El agujero mágico



Había una vez una calle angosta en el corazón de la ciudad. Era tan estrecha que solo podía pasar una persona a la vez. Los vecinos siempre caminaban por ella con cuidado para no chocar entre sí.

En esa calle vivían dos amigos muy curiosos y aventureros: Lucas y Martina. Siempre estaban buscando nuevas formas de divertirse y aprender cosas nuevas.

Un día, mientras caminaban por la calle angosta, Lucas notó algo extraño en una de las paredes. Había un pequeño agujero que parecía llevar a otro lugar. Sin pensarlo dos veces, metió su mano y ¡sorprendentemente! pudo atravesar la pared. "Martina, tienes que ver esto", gritó emocionado Lucas desde el otro lado.

Martina se acercó corriendo y también atravesó el agujero. Lo que vieron los dejó sin palabras: estaban en un mundo completamente diferente al suyo. Era un lugar lleno de colores brillantes, árboles gigantes y animales mágicos.

Parecía sacado directamente de un cuento de hadas. Los niños no podían creer lo que veían. "¡Esto es increíble!", exclamó Martina emocionada. "Sí, nunca habíamos visto algo así", respondió Lucas maravillado. Decidieron explorar ese nuevo mundo juntos y descubrir todos sus secretos.

Caminaron durante horas, encontraron cascadas cristalinas, cuevas misteriosas y montañas altísimas donde pudieron tocar las nubes. Pero mientras jugaban en una pradera llena de flores mágicas, escucharon un ruido extraño.

Se acercaron sigilosamente y vieron a una pequeña criatura atrapada en una telaraña. La criatura era una arañita llamada Mateo. Había sido capturado por una araña malvada que quería comérselo. Los niños no pudieron quedarse de brazos cruzados, así que idearon un plan para rescatarlo.

Lucas y Martina se balancearon en las ramas de los árboles hasta llegar donde estaba la araña malvada. Con mucha valentía, lograron distraerla mientras Mateo escapaba de la telaraña. "¡Corre, Mateo!", gritó Lucas mientras agitaba sus brazos.

Mateo corrió tan rápido como pudo y finalmente logró ponerse a salvo junto a sus nuevos amigos. Agradecido por su ayuda, les contó sobre un portal mágico que los llevaría de regreso a su mundo.

Los tres se dirigieron al portal y con un gran abrazo se despidieron del mundo mágico. Atravesando el agujero nuevamente, volvieron a la calle angosta de la ciudad. "Eso fue increíble", dijo Martina emocionada.

"Sí, pero lo mejor es que lo vivimos juntos", respondió Lucas sonriendo. Desde aquel día, Lucas, Martina y Mateo siguieron siendo grandes amigos y continuaron buscando aventuras juntos. Descubrieron que incluso en la calle más angosta pueden encontrar sorpresas maravillosas si están dispuestos a explorar y ayudar a otros.

Y así, cada vez que caminaban por esa calle angosta, recordaban el mundo mágico al otro lado del agujero y sabían que siempre habría algo nuevo por descubrir si mantenían su curiosidad y amistad intactas.

FIN.

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