El Aladino Fantástico
En un colorido bosque lleno de árboles altos y flores de mil colores, un pequeño animal llamado Aladino sobresalía por su apariencia única. Era un —"cangurex" - una mezcla asombrosa entre un canguro y un zorro. Tenía el cuerpo fuerte y saltarín de un canguro, pero la cola larga y peluda de un zorro. Su pelaje brillaba con tonos anaranjados y dorados, lo que le daba un aspecto mágico.
A pesar de su belleza, Aladino se sentía muy solo, ya que todos los animales del bosque lo miraban con curiosidad pero lo evitaban por su aspecto extraño. Un día, mientras saltaba por el bosque, se encontró con una tortuguita llamada Tula.
"Hola, pequeño cangurex!" - saludó Tula con una sonrisa.
"¡Hola! Soy Aladino. Pero no soy tan pequeño, ¡puedo saltar muy alto!" - dijo Aladino, tratando de lucirse.
"Me encantaría ver eso. Aunque tal vez no sea tan interesante como tu aspecto," - respondió la tortuga.
Aladino se sintió emocionado al tener la atención de alguien y decidió mostrarle su habilidad. Saltó hasta las ramas más altas de un árbol, dejando a Tula sorprendida.
"¡Guau! ¡Eres increíble!" - exclamó Tula.
"No tanto, soy diferente y eso a veces me hace sentir triste..." - se lamentó Aladino.
"¿Diferente? Yo creo que ser diferente es genial. Eres especial y eso te hace único" - le dijo Tula, con ternura.
Desde ese día, Aladino y Tula se hicieron grandes amigos. Aladino le enseñó a Tula a saltar y Tula a Aladino a disfrutar de la calma del suelo. Compartían historias y hacían juegos, y pronto otros animales del bosque comenzaron a acercarse, intrigados por la extraña pero divertida pareja.
Sin embargo, un oscuro día, una tormenta azotó el bosque y todos los animales tuvieron miedo. Los más pequeños no sabían adónde ir y se sentían perdidos. Aladino, al ver el pánico, corrió hacia ellos.
"¡No tengan miedo! ¡Sigan a mí!" - gritó con determinación.
"¿Pero cómo podemos confiar en ti?" - preguntó un pequeño conejito.
"Sé que soy diferente, pero puedo llevarlos a un lugar seguro. ¡Sigan mis saltos y no se detengan!" - respondió Aladino.
Los animales decidieron confiar en él y lo siguieron. Aladino, con cada salto, los condujo hacia una cueva que servía como refugio. Mientras la tormenta rugía afuera, Aladino y Tula se aseguraron de que todos estuvieran bien.
"¡Afuera está un poco peligroso, pero estamos a salvo aquí!" - dijo Tula para tranquilizar a los más nerviosos.
"En el bosque hay lugar para todos, incluso los que son diferentes como yo" - aseguró Aladino.
"¡Sí! Todos somos únicos como los colores del bosque!" - añadió Tula, animando a sus amigos.
Cuando la tormenta finalmente pasó y el sol brilló de nuevo, todos los animales salieron a disfrutar de su hogar.
"¡Lo logramos gracias a Aladino!" - exclamó un loro.
"¡Sí! Eres un héroe, Aladino!" - gritaban muchos.
Aladino sonrió, sintiéndose más querido que nunca.
A partir de ese día, Aladino ya no se sentía diferente de los demás. Todos lo aceptaron y disfrutaban de su compañía. Así, el bosque se volvió más vibrante y lleno de amistad, donde cada animal era valorado por su unicidad.
"¿Vieron? Ser diferente puede ser una gran aventura!" - dijo Aladino, brincando con alegría.
"¡Y todos podemos ser amigos!" - agregó Tula, radiando felicidad.
Y en el bosque lleno de vida, la amistad y la aceptación florecieron como las flores más hermosas, recordando que lo importante no es ser igual, sino ser uno mismo y valorar a cada uno por lo único que aporta.
FIN.