El almendro resiliente
Había una vez un pequeño almendro llamado Almi, que vivía en un hermoso jardín junto a otros árboles y plantas.
Almi anhelaba florecer y dar hermosas almendras, pero cada vez que llegaba la primavera y sus flores comenzaban a brotar, el frío invierno las hacía caer. Almi se sentía triste y desanimado al ver cómo los demás árboles de su jardín lucían llenos de colorido mientras él permanecía desnudo.
Pero en lugar de rendirse, decidió aprender del sabio sauce que crecía cerca de él.
Un día, Almi le preguntó al sauce: "Amigo sauce, ¿cómo haces para ser tan fuerte y resistir todos los cambios del clima?"El sauce sonrió amablemente y respondió: "Querido Almi, la paciencia es mi mayor virtud. Aprendí que todo tiene su tiempo y lugar. Las adversidades pueden llegar, pero si tienes paciencia y confías en ti mismo, podrás superar cualquier obstáculo". Al escuchar estas palabras, Almi se sintió inspirado.
Decidió no rendirse y esperar pacientemente el momento adecuado para florecer nuevamente. Pasaron los meses y el invierno dio paso a una nueva primavera.
El sol comenzó a calentar nuevamente la tierra y las primeras señales de vida aparecieron en el jardín. Los árboles empezaron a vestirse con hojas verdes brillantes mientras las flores danzaban al viento. Almi miraba con admiración aquel espectáculo de colores y deseaba ser parte de él.
Pero recordó las palabras del sauce y decidió esperar pacientemente su turno. Un día, Almi sintió una extraña sensación en sus ramas. Pequeños brotes comenzaron a aparecer y poco a poco se convirtieron en hermosas flores blancas y rosadas.
Almi estaba emocionado al ver cómo sus sueños se hacían realidad. "-¡Mira, sauce! ¡Estoy floreciendo!", exclamó Almi lleno de alegría. El sauce sonrió con orgullo y respondió: "-¡Así es, querido Almi! La paciencia ha dado sus frutos.
Ahora eres tan hermoso como los demás árboles del jardín". Almi aprendió que la paciencia era una virtud poderosa. Aprendió a aceptar que todo tiene su tiempo y que las cosas buenas llegan para aquellos que saben esperar. Desde ese día, Almi siguió creciendo fuerte y saludable.
Cada año florecía con más fuerza y daba almendras deliciosas para el disfrute de todos en el jardín.
Y así, cada vez que veía caer sus flores por el frío invierno, recordaba la importancia de la paciencia y confiaba en que volverían a brotar cuando fuera el momento adecuado. La historia de Almi nos enseña que no debemos rendirnos ante las dificultades.
Si tenemos paciencia, confianza en nosotros mismos y perseveramos, lograremos alcanzar nuestros sueños, sin importar cuánto tiempo tome.
FIN.