El Almohadón Mágico
Había una vez un niño llamado Lucas, de 6 años, que vivía en un pequeño pueblo. Lucas era un niño lleno de energía, pero a menudo no sabía qué hacer con ella. En lugar de jugar con sus amigos, se la pasaba pegándoles o molestándolos en clase. Sus compañeros y su maestra, la Sra. Paula, intentaban comprenderlo, pero ya estaban un poco cansados de sus travesuras.
Un día, mientras todos los niños estaban en el recreo, Lucas decidió jugar al lado de un arbusto. En su afán de llamar la atención, pegó un empujón a su amigo Tomás.
"¡Eh, ¿por qué siempre me empujás? !" - gritó Tomás, mientras caía al suelo.
Lucas, en vez de disculparse, se llenó de risa. Pero lejos de sentirse bien, al ver la cara triste de su amigo, una pequeña punzada de culpa lo atravesó.
Al regresar al aula, la Sra. Paula decidió hablar con los niños sobre la importancia de la amistad y de cuidarse unos a otros. Les propuso un juego especial que consistía en el uso de un almohadón mágico que, según decía, ayudaba a entender lo que sentían los demás.
"Este almohadón tiene una misión muy importante. Quien lo tenga deberá contar sus sentimientos y escuchar a los otros. Así podremos aprender a ser mejores amigos" - explicó la Sra. Paula.
Lucas observó el almohadón con curiosidad. Era un hermoso almohadón de colores brillantes. Decidió que quería ser el primero en sostenerlo.
"Yo quiero hablar primero" - dijo Lucas, casi saltando de la alegría.
Pero cuando tuvo el almohadón en sus manos, se dio cuenta de que no sabía cómo empezar.
"No sé qué decir..." - murmuró, amedrentado.
"¡Es fácil! Solo tenés que contar cómo te sentís cuando haces algo o cuando alguien te hace algo" - le sugirió su compañera, Valentina.
Lucas tomó aire profundo y comenzó a hablar.
"A veces me siento muy solo porque tengo mucha energía y no sé cómo compartirla con ustedes" - reconoció, mirando a sus compañeros. "Quizás por eso empujo o molesto a los demás, porque quiero jugar".
Los demás comenzaron a comentar también. Tomás, que estaba sentado a su lado, habló un poco más:
"Yo me siento mal cuando me empujás porque me duele, y después no sé si seguir siendo tu amigo".
Lucas sintió que su corazón se encogía. Miró a Tomás con arrepentimiento.
"Lo siento, Tomás. No quería lastimarte. No sé cómo jugar a veces".
De pronto, Lucas comprendió que parecía que estaba buscando amistad de la manera equivocada. La Sra. Paula sonrió llena de esperanza.
"Muy bien, Lucas. Ahora que lo entendés, ¿qué podés hacer para cambiar?" - lo animó.
Lucas pensó un momento, y le dijo a su compañerito:
"Me gustaría aprender a jugar de otra manera. Tal vez... podríamos jugar al fútbol juntos en vez de empujar".
Tomás sonrió sorprendido. "¡Sí! Pero también podemos jugar en equipo con los demás".
Así fue como Lucas y sus amigos empezaron a divertirse. Comenzaron a crear un circuito de juegos donde todos podían participar. Lucas se convirtió en el mejor compañero de juegos, aprendiendo a usar su energía de forma positiva.
La Sra. Paula se sintió muy orgullosa de su clase y de cómo habían logrado entenderse mejor. Desde entonces, el almohadón mágico se había convertido en un símbolo de empatía y amistad para todos los niños.
Lucas, viendo lo bien que se sentía al jugar con sus amigos sin empujones, decidió cuidarlo siempre. Aprendió que la amistad es mucho más divertida cuando se escucha y se respeta a los demás.
Así, el niño que solía molestar a sus compañeros se transformó en un gran amigo, siempre dispuesto a ayudar y a hacer feliz a quienes lo rodeaban. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.