El Amanecer Feliz



Había una vez en un pequeño pueblo costero, una anciana llamada Doña Ana. Tenía 86 años, pero su corazón seguía lleno de alegría y esperanza. Todos los días se sentaba en su sillón de mimbre en la terraza, mirando hacia el mar, esperando el momento especial en que el sol salía cada mañana.

"¿Sabés, Lucas? Cada amanecer es una nueva oportunidad", le decía a su nieto cada vez que él venía a visitarla. Lucas tenía diez años y le encantaba pasar tiempo con su abuela.

"Pero abuela, ¿qué pasa cuando el sol se pone? No es tan lindo como cuando sale", preguntaba Lucas, rascándose la cabeza.

"Ah, hijo querido, el atardecer también es especial. Es el momento para recordar lo que hemos vivido en el día. Cada color en el cielo cuenta una historia", contestaba Doña Ana sonriendo.

Un día, Lucas tuvo una idea.

"¡Abuela! ¿Y si hacemos un álbum de recuerdos de los atardeceres?"

Doña Ana se iluminó.

"¡Eso sería maravilloso! podremos registrar cada atardecer que disfrutemos juntos. Pero no solo los atardeceres del mar, también los de nuestros paseos, de los días de lluvia y hasta de las sobremesas con tu papá y tu mamá!"

Prepararon su álbum con imágenes y dibujos, y cada tarde se sentaban a ver cómo el cielo se transformaba en un arcoíris de colores. Un día, la anciana notó que ya no solo se trataba de ver el atardecer, sino de contar historias.

"¿Te acordás de cuando fuimos a la feria y ganaste ese globo rojo?" le preguntó a Lucas mientras el sol se ocultaba detrás de las olas.

"Sí, y también de cuando intentamos volar un papalote y se quedó atrapado en un árbol..." se reía Lucas al recordar.

Los días pasaron y el álbum fue creciendo cada vez más. Sin embargo, un día llegó una tormenta al pueblo y Doña Ana se preocupó.

"Lucas, los atardeceres pueden ser ocultados, pero no deben ser olvidados", le dijo, apenada.

"¡Vamos a buscar más recuerdos!", exclamó Lucas decidido.

Así, juntos, decidieron salir a recolectar historias de sus vecinos sobre atardeceres memorables. Visitaron a la señora Rosa, que les contó sobre el atardecer de su boda; a Don José, que recordó la tarde en que adoptó a su perro; y a la familia Gómez, que celebró el cumpleaños de su hijo en una playa mágica.

De esta manera, el álbum se llenó no solo de los recuerdos de Doña Ana y Lucas, sino también de las historias de todos los habitantes del pueblo. Cada atardecer revelaba una nueva anécdota, un nuevo lazo que unía a la comunidad.

Una tarde, mientras el sol se ponía, Doña Ana miró a su nieto.

"Hoy es un atardecer muy especial, Lucas, porque hemos creado algo hermoso juntos. Nunca olvidemos la importancia de compartir nuestros momentos felices".

"Y de hacer nuevos recuerdos cada día, abuela" dijo Lucas.

Así, aprendieron que el amanecer representa nuevos comienzos, mientras que el atardecer es un momento de gratitud. Con el tiempo, la anciana comprendió que cada día, cada historia, cada recuerdo, eran el verdadero tesoro de su vida.

Años después, Doña Ana tuvo la hermosa idea de compartir su álbum en la escuela de Lucas. Juntos, fueron a contar las historias a los niños, mostrando que los atardeceres, aunque sean solo una parte del día, están llenos de magia.

Y así, en un pequeño pueblo costero, Doña Ana y su nieto Lucas enseñaron a todos la alegría de recordar, la felicidad en cada amanecer y la importancia de compartir los atardeceres con quienes más amamos.

FIN.

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