El amigo alado de Sofía



Había una vez una niña llamada Sofía que se sentía muy sola. Vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y no tenía amigos con quien jugar.

Todos los días, después de la escuela, regresaba a casa y se encerraba en su habitación a leer o ver televisión. Un día, mientras caminaba por el bosque cercano a su casa, encontró un ser extraño.

Era un pequeño caniche negro con unas alitas blancas y afilados colmillos como los de un vampiro. La niña se asustó al principio, pero pronto descubrió que este ser era muy amigable y curioso. —"Hola" , dijo el pequeño ser alado. "Soy Vladimir. ¿Cómo te llamas?""Soy Sofía", respondió la niña sorprendida.

"¿Qué eres tú?""Soy un vampirito alado", respondió Vladimir con orgullo. "Pero no te preocupes, no muerdo a nadie". A partir de ese momento, Sofía y Vladimir se convirtieron en grandes amigos.

El vampirito le mostró todos los secretos del bosque: las plantas medicinales que crecían entre los árboles, los animales salvajes que vivían allí y hasta le enseñó algunos trucos para volar como él.

Un día, mientras exploraban juntos el bosque, Sofía se dio cuenta de algo importante. —"Vladimir" , dijo la niña pensativa. "Me siento sola cuando estoy en casa. "El pequeño vampirito entendió lo que Sofía estaba sintiendo y decidió hacer algo especial para ella.

La noche siguiente llegó al cuarto de Sofía llevando consigo una pequeña caja. "Abre esto", dijo Vladimir emocionado. Dentro de la caja había un pequeño huevo. Sofía no sabía qué era, pero el vampirito le explicó que pronto nacería una mariposa muy especial.

Una que brillaría en la oscuridad y sería su amiga para siempre. Los días pasaron y finalmente el huevo eclosionó. De él salió una hermosa mariposa con las alas llenas de luz. La niña estaba fascinada por ella y la llamó Luciérnaga.

A partir de ese momento, Sofía nunca más se sintió sola. Tenía a Vladimir, su amigo vampirito alado, y a Luciérnaga, su amiga luminosa. Juntos exploraban el bosque todas las tardes y descubrían cosas nuevas cada día.

La niña se dio cuenta de lo asombrosa que era la vida cuando tenía amigos con quien compartirla.

Y aunque Vladimir y Luciérnaga eran seres mágicos, ella supo que podía encontrar amigos en cualquier lugar si abría su corazón a ellos. Así termina esta historia inspiradora sobre la importancia de tener amigos verdaderos en nuestra vida.

FIN.

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