El amigo del baño


Había una vez un joven llamado Tomás que siempre se avergonzaba de ir al baño cuando tenía que hacer caca. Él pensaba que su olor era muy fuerte y no quería incomodar a nadie con él.

Un día, en la escuela, Tomás sintió una fuerte necesidad de ir al baño. Se levantó de su asiento y comenzó a caminar hacia el baño, pero cuando llegó allí se detuvo en seco.

Había otros niños en el baño y él no quería que lo oyeran haciendo caca. Mientras estaba parado allí, tratando de decidir qué hacer, un niño mayor llamado Juan se acercó a él. "¿Qué pasa?", preguntó Juan amablemente.

Tomás explicó su problema a Juan y dijo: "No quiero hacer caca aquí porque huele mal". Juan sonrió y le dijo: "No te preocupes por eso. Todos hacemos caca y todos huele mal alguna vez". Tomás se sorprendió al escuchar esto.

Nunca había pensado en ello así antes. "Además", continuó Juan, "si tienes gases o algo así, es mejor dejarlos salir aquí donde nadie puede oírte que tratar de aguantarlos todo el día".

Tomás reflexionó sobre las palabras de Juan durante unos momentos antes de finalmente entrar al baño para hacer lo que tenía que hacer. Cuando salió del baño, se sintió mucho más relajado e incluso un poco orgulloso de sí mismo por haber enfrentado su miedo.

Esa noche, mientras estaba cenando con su familia, Tomás les contó sobre su experiencia en el baño ese día. Su mamá lo felicitó por haber superado su miedo y le dijo: "No hay nada de qué avergonzarse. Es algo natural que todos hacemos".

Desde ese día en adelante, Tomás ya no se preocupaba tanto por ir al baño cuando lo necesitaba. Se sintió más cómodo consigo mismo y aprendió que es importante aceptar nuestro cuerpo tal como es.

Y así, gracias a la amabilidad de Juan y el apoyo de su familia, Tomás aprendió una valiosa lección sobre la importancia de ser honesto consigo mismo y con los demás.

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