El Amigo del Espacio
En un rincón del vasto universo, en el pequeño planeta Zorblax, un ser diminuto llamado Fizzy decidió explorar más allá de su hogar. Fizzy era un extraterrestre curioso, con piel brillante color verde y ojos grandes y dorados. Una tarde, mientras jugueteaba con su nave espacial, accidentalmente apretó un botón y, ¡boom! , se encontró caído en medio de un jardín en la Tierra.
Mientras trataba de entender dónde estaba, conoció a una niña de cabellos rizados y risa contagiosa que lo observaba asombrada.
"¡Hola! Soy Fizzy, el explorador del espacio. ¿Dónde estoy?" - preguntó tímidamente el pequeño ser.
"¡Hola, Fizzy! Soy Lucía. Estás en mi jardín, aquí en la Tierra. ¡Nunca había visto a un extraterrestre!" - respondió Lucía, con los ojos brillando de emoción.
Fizzy y Lucía rápidamente se hicieron amigos. Ella le mostró su mundo: le enseño sobre los árboles, las flores y cómo jugar al escondite. Fizzy, a su vez, le mostró a Lucía algunos trucos de su planeta, como hacer aparecer estrellas fugaces de su mano.
Un día, Lucía decidió llevar a Fizzy a la escuela como su mascota. Cuando entraron, todos los niños se sorprendieron y comenzaron a murmurar:
"¿Qué es eso? ¿Es un perro?" - preguntó uno de los chicos.
"Nooo, es un ser del espacio, se llama Fizzy!" - dijo Lucía con orgullo.
Sin embargo, no todos los niños estaban emocionados. Algunos comenzaron a reírse y a hacer chistes sobre Fizzy. Lucía se sintió triste. Sin embargo, Fizzy, con su voz suave y melodiosa, les habló a los niños:
"¡Hola a todos! No soy un perro, soy un amigo del cosmos. Vengo en son de paz, y me encantaría que jugáramos juntos."
Los niños quedaron sorprendidos al escuchar a Fizzy hablar. Poco a poco, su curiosidad creció y comenzaron a hacerle preguntas:
"¿Puedes volar?" - preguntó uno.
"¡Por supuesto!" - exclamó Fizzy, despejando el aire. Con un pequeño salto, se elevó unos metros, dejando un rastro de destellos brillantes.
"¡Guau!" - exclamaron asombrados los niños.
A partir de ese día, Fizzy se convirtió en una estrella en la escuela. Los niños dejaban de reírse y comenzaron a aprender sobre el espacio y la diversidad. Fizzy les enseñaba sobre las constelaciones y la importancia de cuidar el medio ambiente.
Un giro inesperado ocurrió cuando un grupo de niños decidió hacer una broma y esconder a Fizzy en una caja. Cuando Lucía se dio cuenta, se preocupó mucho y, con una gran determinación, organizó una búsqueda del tesoro por toda la escuela.
"¡Fizzy! ¿Dónde estás?" - gritaba Lucía.
Finalmente, después de un largo rato de búsqueda, encontró a Fizzy atrapado en la caja.
"¡Fizzy, estás bien!" - exclamó al abrir la tapa.
"Sí, pero me sentí muy solo. No me gusta estar encerrado."
Lucía sonrió y le prometió que nunca lo dejaría solo. Juntos, explicaron a sus compañeros que las bromas a veces pueden herir los sentimientos de otros y, sobre todo, la importancia de la amistad y el respeto.
"Gracias por ser un gran amigo, Lucía. En mi planeta, todos nos cuidamos y respetamos. A partir de ahora, todos en la Tierra podemos hacerlo también" - dijo Fizzy con un brillo de felicidad.
Con el tiempo, Fizzy no solo se hizo amigo de Lucía, sino también de toda la clase. Juntos aprendieron que la amistad no tiene fronteras y que todos, sin importar de dónde vengan, pueden compartir momentos especiales y aprender unos de otros.
Y así, un pequeño extraterrestre y una niña lograron unir a su escuela a través del amor y el respeto, creando un espacio donde todos se sintieran bienvenidos y valorados. Al final, Fizzy decidió que no era solo un visitante accidental, sino que había encontrado un hogar en el corazón de sus amigos.
FIN.