El Amigo del Mar



Lara era una niña alegre y curiosa que amaba pasar sus días en la playa. Desde pequeña, siempre había sentido una gran fascinación por el mar y todo lo que habitaba en él.

Un día, mientras jugaba con su pelota en la orilla del mar, Lara vio a un niño de su edad que parecía estar buscando algo entre las rocas. El chico tenía el pelo castaño y los ojos verdes como el océano.

- Hola - dijo Lara acercándose al chico - ¿qué estás buscando? - Estoy tratando de encontrar mi caracol favorito - respondió él sin levantar la vista. Lara se ofreció a ayudarle y juntos comenzaron a buscar entre las rocas.

Después de unos minutos, finalmente encontraron el caracol perdido. El chico le sonrió agradecido y Lara sintió algo extraño en su corazón. Nunca antes había sentido esa sensación cálida e inquietante al mismo tiempo.

Desde ese día, Lara y el chico se hicieron amigos inseparables. Pasaban horas jugando juntos en la playa: construyendo castillos de arena, corriendo por la costa y explorando las cuevas cercanas. Pero después de un tiempo, Lara comenzó a sentir algo más por él.

Cada vez que lo veía, sentía mariposas revoloteando en su estómago y un rubor subiendo por sus mejillas. Un día, mientras caminaban juntos por la playa, ella decidió confesarle sus sentimientos:- Oye... yo quería decirte algo...

- ¿Qué pasa? - preguntó él con curiosidad. - Bueno... es que... yo siento algo especial por ti - dijo Lara, tartamudeando un poco. El chico se detuvo y la miró a los ojos.

Después de unos momentos en silencio, finalmente habló:- Lara, tú eres mi mejor amiga y me importas mucho. Pero no creo que pueda corresponder tus sentimientos de la misma manera. Lara sintió un nudo en su garganta y lágrimas brotaron de sus ojos.

Se sentía triste y confundida al mismo tiempo. Pero el chico tomó su mano y le habló con calma:- No quiero perderte como amiga, Lara. Eres una persona muy especial para mí y siempre lo serás.

Podemos seguir siendo amigos, ¿verdad? Lara asintió lentamente mientras secaba sus lágrimas con el dorso de la mano. Aunque le dolía saber que nunca podría estar con él del modo que había soñado, sabía que valoraba demasiado su amistad para arriesgarla.

Así fue como Lara aprendió una importante lección sobre el amor: no siempre las cosas salen como uno espera, pero eso no significa que debamos dejar de querer a alguien o perder lo valioso que tenemos con ellos.

A partir de ese día, ella siguió disfrutando cada momento junto a su amigo en la playa sin importar si había algo más entre ellos o no.

Y aunque nunca supo qué hubiera pasado si las cosas hubieran sido diferentes, estaba segura de haber encontrado algo aún más valioso: una verdadera amistad llena de aventuras inolvidables bajo el sol veraniego.

FIN.

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