El Amigo del Tiempo



En un rincón de la prehistoria, donde las montañas acariciaban el cielo y los ríos corrían cantando, vivía una tribu de cavernícolas que se comunicaba a través de dibujos en las paredes de su cueva. Usaban colores vibrantes y formas simples para contar historias y expresar sus pensamientos. Ellos eran felices, pero a veces sentían que les faltaba algo.

Un día, mientras los cavernícolas estaban cerca de un lago buscando peces, vieron un destello extraño en el cielo. Una luz brillante caía sobre la tierra, y algo, o más bien alguien, apareció del resplandor. Era un pequeño viajero con cabello alborotado y una mirada curiosa. Los cavernícolas, asustados al principio, lo rodearon.

- “¡No tengan miedo! Soy un viajero del tiempo”, les dijo el extraño.

Los cavernícolas intercambiaron miradas confusas, sin entender lo que significaba eso. El pequeño viajero, que en realidad era el famoso científico Albert Einstein, sonrió ampliamente y empezó a hacer señas y gestos. Luego, realizó un dibujo en la arena con un palo, representando un sol y unos brazos abiertos.

- “¡Miren! Esto es lo que quiero compartir”, dijo Einstein, señalando el dibujo.

Los cavernícolas se acercaron, intrigados. Miraron las figuras y asintieron. Luego, uno de ellos, llamado Koru, un joven aventurero, preguntó:

- “¿Cómo nos ayudas? ”

Einstein sonrió y levantó tres dedos.

- “Primero, vamos a hablar a través de dibujos, luego aprenderemos a usar palabras, y al final, seremos amigos”.

Koru se emocionó y rápidamente comenzó a dibujar en la arena lo que sentía: personas unidas, risas y abrazos. Los demás cavernícolas se unieron, pintando imágenes de lo que ellos consideraban amistad.

Un día, Einstein decidió enseñarles la palabra más importante de todas: 'amigo'.

- “Repetan después de mí”, dijo, pronunciando la palabra 'amigo' con entusiasmo.

Los cavernícolas miraban sus labios y, aunque les resultó un poco difícil, juntos pronuncian:

- “¡Amigo! ”

Una gran sonrisa se dibujó en los rostros de Koru y sus amigos. Sin embargo, había un pequeño problema. Un día, una tormenta llegó y despertó un gran miedo entre los cavernícolas. Se refugiaron en la cueva, temerosos y confundidos, olvidando la alegría que habían sentido al aprender.

Koru, viendo a sus amigos tan asustados, recordó algo que le había enseñado Einstein. Se acercó a ellos, tomó la mano de cada uno y dijo:

- “¡Amigos somos! Y juntos podemos salir de esto”.

Los ojos de los cavernícolas brillaron al escuchar esa palabra.

- “¡Amigo! ¡Amigo! ” repetían, encontrando valentía en la unidad. En ese momento, comprendieron que la amistad les daba fuerza y los llevó a enfrentar la tormenta con valor.

Unas horas después, la tormenta pasó y el sol volvió a brillar. Fue el momento perfecto para celebrar su amistad. Einstein, con una gran sonrisa, les enseñó a bailar y a cantar, mientras los cavernícolas dibujaban en la cueva, sellando así un pacto de amistad.

Al final del día, Einstein, que había llegado para unos días, se preparó para regresar a su tiempo. Koru y sus amigos le ofrecieron una pequeña piedra, una de sus tesoros, como símbolo de su amistad.

- “Siempre recordaré a mis amigos de la prehistoria”, dijo Einstein conmovido.

Antes de desaparecer, se volvió hacia ellos y pronunció con firmeza:

- “Recuerden, un amigo es un tesoro. Cuiden de su amistad y nunca dejen de aprender”.

Koru y los demás miraron al cielo, con el corazón lleno de alegría. Desde ese día, la tribu pintó la palabra 'amigo' en la entrada de su cueva, recordando que a veces los mejores tesoros vienen en formas inesperadas.

FIN.

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