El amigo inesperado



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Limpiavilla, donde todos los días el Carro de la Basura recorría las calles para recolectar los desechos de las casas.

El Carro de la Basura era un vehículo muy especial, con ojos grandes y brillantes que le permitían ver más allá de la suciedad y encontrar siempre algo bueno en cada persona.

Un día, mientras recorría su ruta diaria, el Carro de la Basura se detuvo frente a una casa muy descuidada. Allí vivía un niño llamado Mateo, quien nunca había tenido amigos porque todos lo evitaban por el mal olor que emanaba de su hogar.

El Carro de la Basura notó la tristeza en los ojos de Mateo y decidió acercarse. "Hola, ¿cómo te llamas?", dijo amablemente el Carro de la Basura. Mateo levantó la mirada sorprendido al escuchar hablar al vehículo y tímidamente respondió: "Soy Mateo".

El Carro de la Basura notó que Mateo necesitaba un amigo y decidió quedarse un rato más cerca de su casa para conversar con él. Descubrieron que tenían muchas cosas en común y rápidamente se convirtieron en amigos inseparables.

Los días pasaban volando mientras Mateo y el Carro de la Basura exploraban juntos Limpiavilla. Descubrían lugares nuevos, ayudaban a quienes lo necesitaban y compartían momentos divertidos.

La gente del pueblo comenzó a ver a Mateo con otros ojos gracias a la amistad que tenía con el Carro de la Basura. Pero un día, una tormenta azotó Limpiavilla causando estragos por todas partes. Muchas casas resultaron dañadas y las calles se llenaron de basura arrastrada por el viento.

El Carro de la Basura sabía que debían actuar rápido para ayudar a reconstruir el pueblo. "¡Vamos, Mateo! Juntos podemos hacer mucho", exclamó el Carro de la Basura con determinación. Mateo asintió con valentía y juntos empezaron a trabajar sin descanso.

Recogieron escombros, limpiaron calles y ayudaron a levantar casas caídas. La gente del pueblo se unió a ellos viendo su esfuerzo e dedicación.

Finalmente, gracias al trabajo en equipo entre Mateo, el Carro de la Basura y los habitantes del pueblo, Limpiavilla volvió a ser un lugar hermoso donde reina la solidaridad y amistad verdadera.

Desde ese día, todos aprendieron una gran lección: no importa cómo luzca alguien por fuera o cuál sea su situación; lo importante es lo que llevan dentro y cómo son capaces de ayudar al prójimo cuando más se necesita.

FIN.

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