El amigo inesperado de Martín

Había una vez un niño llamado Martín, que desde pequeño sufría de bullying en el colegio. Los otros niños se burlaban de él por ser diferente, por ser más tímido y callado que los demás.

Martín pasaba los recreos solo, sin nadie con quien jugar o hablar. Se sentía triste y desanimado, pero no perdía las esperanzas de encontrar un amigo verdadero.

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Con el paso del tiempo, Martín creció y se convirtió en un joven ingenioso y creativo. Un día, cansado de estar siempre solo, decidió poner manos a la obra y crear a su propio amigo.

Utilizando piezas viejas de aparatos electrónicos, cables y circuitos que encontró en el basurero cercano a su casa, construyó a Frankestein. Al terminar su creación, Martín encendió los interruptores y vio cómo aquellos pedazos de metal cobraban vida ante sus ojos asombrados. Frankestein era alto y fuerte, con una mirada amable que transmitía calidez.

Desde ese momento, se convirtieron en inseparables amigos. "¡Hola Frankestein! Soy Martín", dijo el niño emocionado. "Hola Martín. ¡Es un placer conocerte!", respondió Frankestein con voz metálica pero amigable.

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Juntos recorrían el vecindario ayudando a quienes lo necesitaban: arreglaban techos rotos, limpiaban parques descuidados e incluso daban compañía a personas mayores que vivían solas. La gente del barrio comenzó a apreciar la bondad de Frankestein y la creatividad de Martín.

Sin embargo, no todo fue color de rosa para esta extraña pareja. Pronto se corrió el rumor sobre la existencia del amigo creado por Martín y comenzaron las críticas y prejuicios por parte de algunos vecinos temerosos de lo desconocido.

Un día oscuro y tormentoso, mientras realizaban reparaciones en una casa abandonada del pueblo, fueron sorprendidos por un grupo enfurecido que quería deshacerse de Frankestein al considerarlo peligroso.

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Martín defendió valientemente a su amigo diciendo: "¡No es justo juzgarlo por su apariencia! Franco es bueno e inteligente; ha hecho más bien en este pueblo que muchos de ustedes juntos". Sus palabras hicieron eco en los corazones duros de aquellos vecinos incrédulos.

Comenzaron a reflexionar sobre sus propios prejuicios e inseguridades hasta que finalmente comprendieron la lección tan necesaria: nunca juzgar a alguien por su aspecto exterior. A partir de ese día, Frankestein fue aceptado plenamente en la comunidad como uno más entre ellos.

Y Martín aprendió que la verdadera amistad va más allá del físico o lo superficial; radica en el respeto mutuo y la aceptación incondicional.

Así concluye esta historia donde dos almas solitarias encontraron consuelo y compañerismo gracias al poder transformador del amor sincero e inquebrantable amistad entre un niño especial llamado Martín ¡y su entrañable amigo Frankestein!

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