El amigo invisible
Había una vez un fantasma llamado Fantasmín que vivía en el barrio de San Telmo en Buenos Aires. Él era un fantasma amable y simpático, pero la gente del barrio lo evitaba porque pensaban que los asustaría.
Un día, Fantasmín decidió salir a caminar por el barrio para conocer más sobre la ciudad.
Al principio, la gente se asustaba al verlo aparecer de repente, pero cuando se dieron cuenta de que no les hacía daño, comenzaron a hablar con él. "Hola Fantasmín ¿Cómo estás?", preguntó un niño curioso. "Muy bien gracias", respondió Fantasmín sonriendo. El niño se sorprendió al escuchar su voz y al ver que no era tan espeluznante como pensaba.
A partir de ese momento, muchos niños del barrio comenzaron a jugar con él y le preguntaban sobre cómo era ser un fantasma. Fantasmín les contaba historias divertidas y emocionantes sobre su vida después de la muerte.
Les hablaba sobre cómo podía volar por toda la ciudad sin tener que preocuparse por las calles llenas de tráfico y cómo podía pasar a través de las paredes sin tener que abrir puertas.
Un día mientras paseaban juntos por el parque Lezama, uno de los niños le preguntó a Fantasmín si nunca había querido volver a ser humano. "Bueno... ", dijo Fantasmín pensativo. "en realidad sí lo he deseado muchas veces".
Los niños se sorprendieron al escuchar esto ya que siempre habían creído que ser un fantasma era genial. Pero entonces Fantasmín les explicó algo muy importante:"Ser un fantasma tiene sus ventajas, pero también tiene sus desventajas.
Nunca podré volver a sentir el sol en mi piel o el viento en mi cabello. No puedo comer helado ni jugar al fútbol y eso es algo que extraño mucho". Los niños comprendieron lo que Fantasmín quería decir y comenzaron a apreciar más las cosas simples de la vida.
"Gracias por enseñarnos esto, Fantasmín", dijo uno de los niños. "A partir de ahora, valoraremos cada momento como si fuera el último". Fantasmín se alegró al escuchar esto y juntos continuaron su paseo por la ciudad mientras disfrutaban del sol de la tarde.
Desde entonces, Fantasmín se convirtió en el amigo favorito de todos los niños del barrio.
Y aunque seguía siendo un fantasma misterioso y sombrío para algunos adultos, para ellos era simplemente un amigo divertido y amable que les recordaba lo importante que es valorar cada momento de la vida.
FIN.