El amigo invisible de Tomás



Había una vez en una pequeña casa en el campo un niño llamado Tomás. Tomás vivía allí con su familia y siempre se sentía solo y enojado porque no tenía amigos con quienes jugar.

Lo que él no sabía era que en esa misma casa vivía un fantasma amigable llamado Mateo, quien siempre había deseado tener un amigo humano.

Una noche, mientras Tomás estaba acostado en su cama pensando en lo aburrida que era su vida, escuchó unos ruidos extraños que venían del pasillo. Con miedo, decidió ir a investigar y se encontró cara a cara con Mateo, el fantasma de la casa. - ¡Aaaah! ¡Un fantasma! -gritó Tomás asustado.

Pero para su sorpresa, Mateo no era como los fantasmas de las películas de terror; tenía una sonrisa amable y brillantes ojos azules. - No tengas miedo, soy Mateo. Siempre he querido tener un amigo humano -dijo el fantasma con voz suave.

Tomás, aún temeroso pero intrigado por la amabilidad de Mateo, decidió darle una oportunidad y empezaron a conversar. Descubrieron que tenían muchas cosas en común y poco a poco fueron construyendo una bonita amistad.

Un día, mientras Tomás jugaba en el jardín de la casa, vio llegar a una niña nueva al vecindario. Se acercó tímidamente a presentarse. - Hola, soy Sofía. ¿Quieres ser mi amigo? -preguntó la niña con una sonrisa tímida pero sincera.

Tomás sintió emoción al ver que alguien quería ser su amigo y rápidamente aceptó la propuesta de Sofía. Juntos jugaron durante horas y se divirtieron como nunca antes lo habían hecho. Al caer la tarde, Tomás llevó a Sofía a conocer a Mateo.

Al principio ella se asustó al ver al fantasma flotando frente a ella, pero pronto se dio cuenta de lo amigable que era. - ¡Hola! Soy Mateo, el amigo de Tomás -saludó el fantasma con entusiasmo.

Sofía sonrió emocionada al descubrir que además de tener un nuevo amigo humano, también había ganado un amigo fantasmal. Los tres pasaron tardes enteras jugando juntos y explorando los rincones secretos de la vieja casa.

Con el tiempo, Tomás ya no se sentía solo ni enojado; ahora tenía dos grandes amigos con quienes compartir momentos inolvidables. Y Mateo finalmente había encontrado la compañía humana que tanto anhelaba.

Así fue como esta peculiar amistad entre un niño con sentimientos encontrados, una niña emocionada por hacer nuevos amigos y un fantasma feliz por tener compañeros se convirtió en un hermoso ejemplo de cómo las diferencias pueden unirnos y darnos experiencias maravillosas si aprendemos a abrir nuestro corazón hacia los demás.

FIN.

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