El amigo Lluvia de Mateo



Había una vez un niño llamado Mateo, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos campos verdes y flores de colores vibrantes.

Mateo era un niño alegre y curioso, pero tenía un gran miedo: le temía a la lluvia. Cada vez que las nubes grises se acercaban y el sonido de los truenos retumbaba en el cielo, Mateo se escondía bajo su cama temblando de miedo.

Un día, mientras Mateo observaba desde la ventana cómo la lluvia caía con fuerza sobre el pueblo, escuchó un suave golpe en su ventana. Al acercarse, descubrió a una pequeña gota de agua que había quedado atrapada entre el cristal y estaba luchando por salir.

Sin dudarlo, abrió la ventana y dejó que la gotita escapara hacia afuera. "¡Gracias por ayudarme! Soy Lluvia, ¿cómo te llamas?" -dijo la gotita con una voz dulce.

Mateo se sorprendió al escuchar hablar a la gotita y tímidamente respondió: "Soy Mateo, pero tengo mucho miedo de ti". Lluvia miró con tristeza al niño y le dijo: "No debes tener miedo de mí, soy solo una pequeña parte del ciclo natural del agua.

Sin mí, los campos no podrían florecer ni los ríos correr con alegría". Mateo reflexionó sobre las palabras de Lluvia y decidió enfrentar su miedo. Esa misma tarde, salió valientemente a jugar bajo la lluvia.

Saltaba en los charcos, sentía las gotas frescas en su rostro y reía con alegría mientras el agua mojaba su ropa. A medida que pasaban los días, Mateo fue perdiendo poco a poco el miedo a la lluvia.

Descubrió lo divertido que era jugar bajo la tormenta y cómo cada gota de agua era importante para mantener vivo todo lo que lo rodeaba. Un día soleado, Mateo decidió visitar al río que cruzaba su pueblo para darle las gracias a Lluvia por haberle enseñado a superar sus temores.

Mientras contemplaba el brillante reflejo del sol en el agua cristalina del río, escuchó una risa familiar detrás suyo. "¡Hola Mateo!" -dijo Lluvia apareciendo en forma de arcoíris sobre el río-. "Me alegra verte tan feliz".

"Gracias Lluvia", respondió Mateo con una sonrisa radiante. "Ahora sé que no hay nada que temer cuando estás cerca".

Desde ese día, Mateo disfrutó cada vez más de los días lluviosos y nunca más volvió a esconderse debajo de su cama cuando las nubes grises cubrían el cielo. Aprendió a valorar cada momento junto a Lluvia y comprendió que enfrentar nuestros miedos puede llevarnos a descubrir cosas maravillosas.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!