El amigo perdido y el poder del amor
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Mateo. Mateo era muy inquieto y curioso, siempre buscando nuevas aventuras.
Un día, mientras jugaba en el campo, vio a lo lejos una hermosa mariposa de colores brillantes. - ¡Voy a atraparla! - exclamó emocionado Mateo. Corrió detrás de la mariposa hasta que finalmente la alcanzó. Pero cuando abrió sus manos para verla más de cerca, se dio cuenta de que sus alas estaban rotas.
- Pobrecita mariposa, ahora no podrá volar - dijo con tristeza Mateo. Decidió llevarla a su casa y cuidarla hasta que se recuperara.
Durante días, Mateo alimentó a la mariposa con néctar y le daba agua fresca todos los días. También hablaba con ella y le contaba historias sobre las cosas maravillosas que había visto en el campo.
Poco a poco, las alas de la mariposa comenzaron a sanar y un día, para sorpresa de Mateo, ella comenzó a revolotear alrededor del cuarto donde estaba encerrada. - ¡Lo lograste! Ahora puedes volar otra vez - exclamó feliz Mateo. La mariposa salió por la ventana y desapareció entre los árboles.
Aunque ya no estaba allí físicamente, dejó una huella profunda en el corazón de Mateo. Unos meses más tarde, mientras caminaba por el pueblo después del colegio, escuchó unos llantos provenientes del patio trasero de una casa.
Se acercó sigilosamente y vio a un cachorro de perro abandonado, solo y asustado. - ¿Qué te pasa, perrito? - preguntó Mateo acariciándole la cabeza. El cachorro miró a Mateo con sus tristes ojos y pareció entender que había encontrado alguien dispuesto a ayudarlo.
Mateo lo llevó a su casa y le dio un nombre: Lucas. Lucas se convirtió en el mejor amigo de Mateo. Juntos exploraban el campo, jugaban en el río y compartían momentos inolvidables. Pero un día, Lucas desapareció sin dejar rastro.
Mateo buscó por todas partes pero no pudo encontrarlo. Estaba triste y preocupado por su amigo perdido.
Entonces recordó cómo Dios había cuidado de la mariposa herida gracias a él, así que decidió orar:- Querido Dios, sé que tú amas a todas tus criaturas. Por favor, cuida de mi amigo Lucas y ayúdame a encontrarlo si está bien. Días después, mientras caminaba cerca del río, escuchó unos ladridos familiares.
Corrió hacia el sonido y encontró a Lucas jugando felizmente con otros perros en una granja cercana. - ¡Lucas! ¡Te encontré! - exclamó emocionado Mateo. Desde aquel día, Mateo supo que Dios siempre estaba presente en su vida cuidando de él y las cosas que más amaba.
Aprendió que el amor de Dios se manifestaba en las pequeñas acciones cotidianas como cuidar una mariposa herida o buscar a un amigo perdido.
Y así, Mateo siguió creciendo con la certeza de que siempre estaría rodeado del amor incondicional de Dios, dispuesto a cuidarlo y guiarlo en cada aventura que emprendiera.
FIN.