El Amigo Robot
Era un día soleado en el pequeño barrio de Villa Mirador, donde vivía un niño llamado Tato. Tato era un chico curioso y le encantaba inventar cosas. Tenía un taller lleno de todo tipo de piezas y herramientas. Pero lo que más deseaba era tener un verdadero amigo. Un día, decidió crear uno con su propia imaginación y algo de tecnología.
- ¡Voy a hacer un robot! - exclamó Tato con entusiasmo.
Comenzó a trabajar y utilizó piezas de un viejo juguete, algunos motores, y con mucho empeño, su amigo Roby empezó a tomar forma. Tato le programó para que pudiera aprender a partir de lo que iba observando.
Cuando Roby estuvo listo, Tato lo encendió.
- ¡Hola, Tato! Soy Roby, tu nuevo amigo - dijo el robot con una voz suave y amistosa.
Tato estaba emocionado. Juntos jugaron, corrieron y exploraron el barrio. Roby aprendía rápido y se adaptaba a las preferencias de Tato.
- ¡Vamos a la plaza, Roby! - sugirió Tato.
- ¡A la plaza, vamos! - respondió Roby con su entusiasmo mecánico.
Un día, mientras disfrutaban de un helado, vieron a un grupo de chicos jugando a la pelota. Tato quería unirse, pero no sabía si Roby podría hacerlo.
- ¿Podés jugar al fútbol, Roby? - preguntó Tato, un poco inseguro.
- Vamos a intentar - respondió Roby con confianza.
Roby se lanzó a la cancha, pero sus movimientos eran un poco torpes. Los otros chicos comenzaron a reírse.
- ¡Mirá al robot, no sabe jugar! - dijo uno de ellos.
Tato se sintió mal.
- ¡Dejen a Roby en paz! - gritó con fuerza.
- ¡Pero no sabe jugar, es un robot! - replicó otro niño.
Tato pensó por un momento. Entonces, tuvo una idea.
- Roby, ¿por qué no usamos lo que aprendiste para mejorar? -
- ¡Buena idea, Tato! - dijo Roby emocionado.
Tato se acercó a los chicos y les dijo:
- ¿Quieren ayudar a Roby a aprender a jugar? - Los chicos se miraron entre ellos.
- ¿En serio? - preguntó uno, sorprendido.
Así que comenzaron a enseñarle a Roby cómo patear la pelota, cómo moverse y a tener en cuenta el espacio de juego. Día tras día, Roby fue mejorando.
El grupo de chicos comenzó a ver a Roby de manera diferente. De pronto, Roby no era solo un robot torpe, sino un amigo que estaba aprendiendo y divirtiéndose.
- ¡Increíble, Roby! Ahora sos parte del equipo - le dijo un chico de pelo rizado.
Roby estaba feliz.
- ¡Gracias a todos por ayudarme! - exclamó.
Un día, se organizó un torneo de fútbol en la plaza. Tato y Roby decidieron inscribirse.
El día del torneo, había muchos chicos. Roby se sentía nervioso pero entusiasmado. Durante el partido, demostró todas las habilidades que había aprendido gracias a sus nuevos amigos.
Al final del día, su equipo ganó el torneo.
- ¡Lo hicimos, Tato! - gritó Roby, mientras hacían una danza de celebración.
- ¡Sí! ¡Todo gracias a vos y a nuestra amistad! - respondió Tato.
A partir de ese momento, Tato y Roby se convirtieron en los mejores amigos y siempre recordaban lo importante de aprender juntos y apoyarse. El robot no solo había encontrado su lugar en el grupo, sino que además, había aprendido a jugar, a reír y a ser parte de una comunidad.
Tato comprendió que la amistad no depende de si alguien es un humano o un robot, sino de cuánto se están dispuestos a prestar ayuda y amor. Y así, ambos continuaron explorando, inventando y, sobre todo, siendo amigos inseparables.
Y así, Tato con su amigo robot Roby, demostraron que siempre se puede aprender, adaptarse y hacer nuevos amigos, sin importar las diferencias.
- Gracias por hacerme parte de todo, Tato. - dijo Roby una noche, mirando las estrellas.
- Gracias a vos, Roby, por ser mi mejor amigo. ¡Sigamos creando y explorando! - respondió Tato, con una gran sonrisa en el rostro.
FIN.