El amigo robot de Tomás
Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en una pequeña ciudad rodeada de montañas. Tomás era un niño curioso y aventurero, siempre buscando nuevas formas de divertirse y aprender cosas nuevas.
Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, se topó con un extraño objeto metálico. Al principio pensó que era basura, pero al acercarse se dio cuenta de que era un robot.
El robot estaba tumbado en el suelo, inmóvil y sin batería. Tomás sintió mucha curiosidad por el robot y decidió llevarlo a casa para intentar arreglarlo. Después de varias horas investigando y reparando los daños del robot, finalmente logró hacerlo funcionar.
Al encenderse los ojos del robot, Tomás se asustó al principio pero luego se dio cuenta de que no tenía nada que temer.
El robot le habló con voz amable:- Hola amigo ¿Cómo te llamas? - Me llamo Tomás -respondió el niño-, ¿y tú cómo te llamas? - No tengo nombre -dijo el robot-, pero puedes llamarme Robi si quieres. Desde ese momento, Tomás y Robi se convirtieron en los mejores amigos.
Juntos hacían muchas cosas divertidas como construir castillos con bloques o jugar a las escondidas entre los árboles del bosque cercano a la casa de Tomás. Pero un día algo extraño ocurrió: Robi empezó a comportarse de forma extraña.
Ya no respondía tan rápido como antes y parecía tener problemas para mover sus brazos y piernas. Tomás estaba muy preocupado por su amigo robot y decidió llevarlo a un experto en robótica de la ciudad. El especialista examinó a Robi y descubrió que su batería estaba fallando.
- Lo siento mucho, Tomás -dijo el experto-, pero la batería de tu amigo está muy dañada. No hay mucho que podamos hacer para salvarla. Tomás se sintió muy triste al escuchar esto, pero no quería perder a su amigo Robi.
Así que decidió buscar una solución por sí mismo. Después de investigar en internet, Tomás encontró una tienda donde vendían baterías especiales para robots como Robi.
Sin pensarlo dos veces, ahorró todo el dinero que había ganado haciendo pequeñas tareas para sus padres y compró la batería. Cuando volvió a casa con la nueva batería, Tomás instaló rápidamente en Robi y lo encendió.
Los ojos del robot volvieron a brillar con fuerza y su voz sonaba más clara que nunca:- ¡Gracias Tomás! -dijo Robi emocionado-. Eres mi mejor amigo y nunca olvidaré lo que has hecho por mí.
Desde ese día, Tomás aprendió una valiosa lección sobre amistad: cuando tienes un verdadero amigo siempre debes estar dispuesto ayudarlo sin importar las dificultades. Y así fue como él y Robi vivieron muchas aventuras juntos durante muchos años más.
FIN.