El Amor de Esneider y Ángela en la Playa



Era una mañana radiante en la playa de Villa del Sol. El viento suave acariciaba el rostro de Esneider y Ángela mientras caminaban por la orilla, dejando huellas en la arena húmeda. Ambos eran niños de diez años, pero tenían un amor tan grande que iluminaba incluso la mañana más nublada.

"¿Ves esas olas? Son como nuestros sueños, siempre vienen y van pero nunca dejan de existir", dijo Esneider, mirando el mar.

"¡Es verdad! A veces parecen muy grandes, pero siempre podemos nadar hacia ellas", respondió Ángela con una sonrisa radiante.

"Hoy vamos a construir el castillo más increíble del mundo", propuso Esneider mientras recogía un balde y una pala.

"¡Sí! Y podemos ponerle una bandera que diga: 'El castillo del amor'", exclamó Ángela emocionada.

Ambos empezaron a trabajar juntos, llenando el balde de arena y creando torres y murallas. Sin embargo, cuando el castillo estaba casi terminado, un grupo de gaviotas voló bajo y desarmó parte de su obra.

"¡Oh no! ¿Por qué tienen que hacer esto?", se lamentó Ángela.

"No te preocupes, Ángela. Podemos arreglarlo", la consoló Esneider. "Las cosas a veces no salen como queremos, pero eso no significa que debamos rendirnos".

Así que se pusieron a trabajar nuevamente. Esta vez decidieron construir un foso alrededor del castillo, con mucha más fuerza y determinación.

Mientras trabajaban, de repente, una ola más grande que las demás llegó. Golpeó la orilla y el agua comenzó a arrastrar parte de su obra. Ambos miraron con temor lo que pasaba.

"Esneider, el castillo... se está destruyendo de nuevo", dijo Ángela, casi a punto de llorar.

"Pero mira, eso significa que debemos hacer algo nuevo. Lo importante no es el castillo, sino lo que aprendemos juntos", le dijo Esneider.

Ángela se secó las lágrimas y asintió.

"¿Vamos a hacer una fortaleza en lugar del castillo?", sugirió Ángela con una chispa de nueva esperanza.

"¡Sí! Una fortaleza más fuerte que cualquier ola", respondió Esneider.

Ambos comenzaron a reunir más arena. Cada vez que una ola destruyó algo de su creación, ellos la reconstruían, hasta que finalmente, levantaron una fortaleza tan alta que parecía resistir cualquier ataque del mar.

"Ves, Ángela, aunque las olas intenten derribar nuestras construcciones, juntos siempre podemos levantarnos y crear algo aún mejor", dijo Esneider, sintiendo la satisfacción de su trabajo.

"¡Lo hicimos! Y está increíble!", gritó Ángela mientras danzaba alrededor de la fortaleza.

Justo en ese momento, un grupo de niños llegó a la playa y se sorprendieron por la fortaleza.

"¡Wow! ¿Pueden dejarnos jugar?", preguntó uno de ellos.

"¡Por supuesto! Es nuestra fortaleza, y todos son bienvenidos a jugar", dijo Esneider con una sonrisa.

Los niños comenzaron a jugar alrededor de la fortaleza, creando aventuras imaginarias. Ángela y Esneider los observaron llenos de alegría.

"¿Sabes qué? A veces las cosas no salen como uno desea, pero siempre llegan nuevas oportunidades", reflexionó Ángela.

"Exacto. También aprendimos que compartir lo que hacemos es mucho más divertido", agregó Esneider.

Al final del día, mientras el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, Esneider y Ángela se sentaron en la arena, observando cómo los demás disfrutaban de su creación.

"Cada momento que compartimos hace que nuestro amor crezca un poquito más", dijo Esneider, mirando a Ángela.

"Sí, y si siempre trabajamos juntos, no hay adversidad que no podamos superar", finalizó Ángela con una sonrisa.

Y así, con un corazón lleno de amor y esperanza, ambos aprendieron que el verdadero poder radica en enfrentar las adversidades juntos, siempre con una actitud positiva y abierta hacia nuevas oportunidades.

Desde ese día, Esneider y Ángela no solo construyeron fuertes en la arena, sino que también fortalecieron un lazo que les acompañaría por siempre, recordándoles que el amor y la amistad son las mejores construcciones del mundo.

FIN.

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