El Amor de la Princesa Luna y el Plebeyo Tomás
Érase una vez, en un reino lejano, una hermosa princesa llamada Luna. Luna vivía en un imponente castillo, rodeada de lujos y comodidades. Sin embargo, a pesar de tener todo lo que cualquier princesa pudiera desear, sentía una profunda tristeza, ya que anhelaba explorar el mundo más allá de los muros del castillo y conocer a personas de diferentes orígenes.
Un día, mientras paseaba por el bosque cercano, la princesa se encontró con un plebeyo llamado Tomás. Tomás era un joven amable y lleno de energía, que trabajaba como jardinero en la aldea. Al verlo, Luna se sintió atrayida por su risa contagiosa y su espíritu libre.
"Hola, soy Luna, y tú eres..." - preguntó la princesa, tímidamente.
"Soy Tomás. Encantado de conocerte, princesa. No esperé encontrar a alguien como vos aquí en el bosque" - respondió Tomás, sonrojándose un poco.
A partir de ese día, las visitas de Luna se volvieron frecuentes. Pasaban horas hablando sobre sus sueños, aventuras y anhelos. Tomás le contaba sobre su vida en la aldea, donde todos trabajaban juntos y se ayudaban mutuamente. Luna, por su parte, le hablaba sobre las fiestas en el castillo y las responsabilidades de ser una princesa.
Un día, mientras caminaban por el bosque, Tomás le dijo:
"A veces siento que el amor entre dos personas es más fuerte que cualquier título o riqueza. ¿No crees?"
"Claro... pero somos muy diferentes, Tomás. La gente seguramente no aceptaría nuestra relación" - respondió Luna, un poco preocupada.
Sin embargo, el amor entre ellos creció cada día más. Luna se sentía cada vez más viva a su lado, mientras que Tomás aprendía que el amor no entiende de clases sociales. Pero las dificultades no tardaron en llegar. Un día, el rey, padre de la princesa, decidió organizar un gran baile en el castillo. La intención era encontrar un príncipe adecuado para Luna.
"¡Luna! Necesitás elegir a un esposo en el baile!" - le manifestó su padre con seriedad.
"Pero, papá, ¿y si no quiero?" - respondió la princesa, intentando contener sus emociones.
La noche del baile llegó y la gran sala del castillo se iluminó con miles de luces. Todos los príncipes del reino y de tierras lejanas estaban presentes, pero el corazón de Luna solo podía pensar en Tomás. Decidió escaparse del baile, llena de valentía, y corrió hacia el bosque donde sabía que lo encontraría.
Tomás, que estaba cuidando su jardín, no lo podía creer cuando vio aparecer a la princesa, vestida con su hermoso vestido de baile.
"Luna, ¿qué haces aquí?" - exclamó, sorprendido.
"Tenía que verte... no puedo imaginar mi vida sin vos. Quiero que todos sepan que te amo" - dijo Luna con determinación.
El corazón de Tomás se llenó de alegría, pero al mismo tiempo de preocupación.
"Pero, Luna, si tu padre se entera, podría prohibirnos vernos. Además, yo no tengo el prestigio que ellos buscan..."
"No me importa, Tomás. El amor es lo único que cuenta" - respondió la princesa, convencida.
Sin embargo, el rey, al enterarse de la aventura de Luna, decidió que debía imponer una lección. Convocó a Tomás al castillo.
"¿Por qué, un plebeyo, has hecho que mi hija se desvíe de su camino?" - preguntó el rey.
Tomás, nervioso, contestó:
"Su majestad, solo quiero ser el jardinero de su amor... estoy dispuesto a luchar por ella."
El rey observó a Tomás con seriedad, pero en su corazón sabía que el amor verdadero es un tesoro raro. Después de reflexionar, le propuso un desafío.
"Si realmente amas a mi hija, debes ganarte su respeto y el de todos en el reino. Organizarás una celebración donde demostrarás tu valía."
Tomás aceptó el reto sin dudar. Trabajó incansablemente para organizar el evento y, para su sorpresa, logró reunir a toda la aldea para ayudarlo. Con el esfuerzo conjunto, crearon un día lleno de música, risas y alegría que reflejaba la verdadera esencia del pueblo.
El día de la celebración, el rey se dio cuenta de que no importaba la clase social, sino la capacidad de unir a las personas. La gente aplaudió a Tomás, y el amor entre él y Luna se hizo evidente.
"Creo que he subestimado el poder del amor y la comunidad" - confesó el rey, visiblemente emocionado.
"Luna, tu felicidad es lo que más importa para mí. Si estás segura de tu elección, entonces le doy mi bendición a este amor".
Luna y Tomás se abrazaron, felices y radiantes, mientras los habitantes del reino vitoreaban por su unión.
Y así, la princesa Luna y el plebeyo Tomás vivieron felices, demostrando que el amor sincero y el apoyo de la comunidad pueden vencer cualquier barrera, y que las diferencias se pueden dejar de lado cuando lo que importa es el corazón.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.