El amor de Lupita por la naturaleza



Hace mucho tiempo, en el corazón de México, existía una antigua leyenda sobre el fin del mundo que era transmitida de generación en generación.

Se contaba que cada mil años, el dios Quetzalcóatl descendía a la Tierra para observar a los seres humanos y decidir si era tiempo de poner fin al mundo tal como lo conocemos.

En un pequeño pueblo llamado Xochimilco vivía una niña llamada Lupita, quien desde pequeña había escuchado esta historia y sentía un profundo respeto por la naturaleza y por las tradiciones de su pueblo.

Un día, mientras paseaba por el bosque cercano a su casa, Lupita se encontró con un anciano sabio que le dijo: "Niña Lupita, el destino del mundo está en tus manos. Solo aquellos con un corazón puro y valiente podrán salvarlo cuando llegue el momento".

Intrigada por estas palabras, Lupita decidió emprender un viaje hacia la montaña más alta de la región, donde se decía que se encontraba el portal hacia el reino de Quetzalcóatl. En su travesía, tuvo que enfrentarse a peligrosas criaturas míticas y superar pruebas de valor y sabiduría.

Finalmente, después de días de caminar sin descanso, Lupita llegó a la cima de la montaña y descubrió una puerta dorada custodiada por dos serpientes emplumadas. Con paso firme y sin titubear, la valiente niña cruzó el umbral y se encontró frente a frente con Quetzalcóatl.

- ¡Oh gran dios Quetzalcóatl! -exclamó Lupita con humildad- He venido aquí para demostrarte que los seres humanos somos capaces de aprender de nuestros errores y cuidar del mundo que nos has sido dado. El dios miró a Lupita con ojos llenos de sabiduría y compasión.

Después de un largo silencio, finalmente habló: "Has demostrado tener un espíritu noble e íntegro. El destino del mundo no será sellado hoy gracias a tu valentía y determinación".

Con lágrimas en los ojos pero con una sonrisa en el rostro, Lupita regresó a su pueblo siendo recibida como heroína. A partir de ese día, enseñó a todos los habitantes la importancia del respeto hacia la naturaleza y la responsabilidad compartida en cuidar nuestro hogar común.

Y así fue como Lupita se convirtió en símbolo de esperanza y inspiración para las futuras generaciones, recordando siempre que el verdadero fin del mundo no está marcado por una fecha catastrófica, sino por nuestras acciones cotidianas en armonía con todo lo que nos rodea.

FIN.

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