El Amor de Plumas y Pelaje
En un hermoso bosque lleno de colores, vivía un pavo real llamado Platón, conocido por sus brillantes plumas y su majestuosa presencia. Platón era un Capricornio astuto y determinado, siempre buscando la manera de conquistar el corazón de su amiga, una coneja blanca llamada Lía. Lía, de signo Cáncer, era dulce y sensible, pero a veces un poquito distraída.
Un día, mientras Platón desplegaba su espléndido plumaje, Lía lo miró sin comprender el mensaje detrás de aquel espectáculo. Entonces, Platón decidió ser un poco más directo.
"¡Lía! ¡Mirá mis plumas! Son las más hermosas de todo el bosque, ¿no crees?" dijo Platón, moviendo sus plumas con gracia.
"¡Qué lindas! Pero claro, son tan impresionantes que debés tener muchos amigos. Me encantaría jugar con vos, Platón!" respondió Lía emocionada, sin entender las intenciones del pavo real.
Día tras día, Platón intentaba coquetear con Lía, llevándola a hermosos lugares del bosque, mostrándole los colores del atardecer y compartiendo historias sobre sus aventuras.
"Ven, Lía. Te llevaré a mi lugar favorito, donde el sol se oculta detrás de las montañas. Es mágico, ¡como el amor!" insistía Platón.
"¡Sí, vamos a ver ese lugar!" dijo Lía, creyendo que solo era una salida entre amigos.
Pero Platón no se desanimaba. Sabía que la amistad era el primer paso para construir algo más grande. Sin embargo, un día, Lía conoció a un zorro muy simpático llamado Zacarías. Él era muy divertido y encantador, y eso hizo que la coneja comenzara a dudar de sus sentimientos hacia Platón.
"Hola, Lía. ¿No querés que juguemos juntos? Puedo mostrarte trucos geniales con mi cola larga", dijo Zacarías con una amplia sonrisa.
"¡Sí, me encantaría!" contestó Lía, quien ahora prestaba más atención al zorro que al pavo real.
Platón sintió un pequeño pinchazo en su corazón, pero no quería rendirse. Consciente de que había que dar un paso firme, decidió hacer algo especial. Un atardecer, preparó un espectáculo sorprendente.
Cuando Lía llegó a su escondite, se encontró con un camino de flores y luces titilantes. En el centro, Platón había creado un hermoso escenario. Mientras se apretaban las luces al caer la tarde, se puso a cantar y danzar, mostrando su plumaje en todo su esplendor. En su corazón, soliamente quería que Lía pudiera ver lo que sentía.
"Lía, vení a ver esto. Quiero compartirlo contigo. A veces, hay que abrir los ojos para ver lo que está justo en frente. En verdad, te aprecio mucho más de lo que imaginas. Lo que siento es amor, no solo amistad".
Lía, impactada, comenzó a entender lo que Platón realmente sentía. Su corazón latía con fuerza. Había estado tan concentrada en el nuevo amigo que no había notado el brillante amor que existía frente a ella.
"Platón... nunca me di cuenta. Eres un pavo real increíble, y yo… yo creo que también me enamoré de vos". Sus ojos brillaban mientras se daba cuenta de que había más que solo amistad entre ellos.
Desde aquel momento, Lía y Platón se convirtieron en los mejores amigos y, a la vez, en una pareja enamorada. Juntos exploraron el bosque, se reían, jugaban y disfrutaban de cada momento como si fuera mágico.
Lía aprendió a observar los pequeños detalles, mientras que Platón comprendió que ser paciente y sincero vale más que cualquier pluma hermosa. Así, en su bosque lleno de colores, el amor entre un pavo real y una coneja blanca floreció, mostrándoles que a veces, lo que buscamos está justo enfrente, esperando ser visto.
Y así terminó la historia del pavo real y la coneja, demostrando que el amor se revela de la manera más inesperada y hermosa.
FIN.