El amor de Sofía y Pelusa


Había una vez en un barrio muy tranquilo a las afueras de la ciudad, un gato callejero llamado Pelusa.

Pelusa era un gato blanco y animal que había perdido a su dueño hacía algunos días y desde entonces se había visto obligado a vivir en las calles, buscando comida entre los restos que la gente dejaba en los contenedores.

Un día, mientras Pelusa merodeaba por la calle en busca de algo para comer, se encontró con una niña llamada Sofía. Sofía era una niña amante de los animales y al ver al pobre gatito tan flaco y sucio, no dudó en acercarse a él.

"¡Hola amiguito! ¿Estás perdido?", preguntó Sofía con ternura mientras extendía su mano hacia Pelusa. El gato, sorprendido por el gesto amable de la niña, se acercó tímidamente y comenzó a ronronear. "Parece que te gusta que te hagan cariño", dijo Sofía riendo.

Desde ese día, Sofía visitaba a Pelusa todos los días después de la escuela. Le llevaba comida, agua fresca y juguetes para que pudiera entretenerse. El gato, por su parte, parecía más feliz que nunca.

Había encontrado en Sofía no solo una buena amiga, sino también alguien que le brindaba cariño y cuidados. Con el paso de los días, Pelusa comenzó a seguir a Sofía hasta su casa.

La niña sabía que sus padres no le permitirían tener una mascota en casa, pero eso no impidió que le construyera un refugio improvisado en el jardín donde el gato pudiera descansar por las noches.

Un día, mientras Pelusa disfrutaba del sol en el jardín de Sofía, un hombre mayor pasó caminando frente a la casa y lo reconoció al instante. "¡Pelusita! ¡Eres tú!", exclamó emocionado el hombre mientras se acercaba al gato. Pelusa levantó la cabeza al escuchar su antiguo nombre y rápidamente reconoció la voz de su dueño.

Con lágrimas en los ojos, el hombre abrazó a Pelusa con fuerza mientras le explicaba a Sofía cómo habían quedado separados cuando él tuvo que mudarse repentinamente del barrio sin poder llevarse al gato consigo.

Sofia entendió la situación y aunque le doliera despedirse de su nuevo amigo felino, sabía que lo correcto era devolverlo con su verdadero dueño. Con tristeza pero también con alegría por haber ayudado a reunirlos nuevamente, acompañó al hombre hasta su hogar donde Pelusa sería recibido con los brazos abiertos.

Y así fue como Pelusa dejó atrás su vida callejera para volver junto a quien siempre lo había cuidado y querido.

Desde entonces cada tanto volvían por el barrio para visitar a Sofia quien les esperaría ansiosa para jugar con ellos recordando aquellos lindos momentos compartidos juntos. Y así demostraron cómo el amor puede vencer cualquier obstáculo y unir corazones incluso si pertenecen especies distintas.

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