El Amor de Sofía y Tomás



En un hermoso pueblo europeo del siglo XVIII, donde los castillos y los campos verdes se extendían hasta donde la vista alcanzaba, vivía Sofía, una niña de 16 años de familia burguesa. Sofía era conocida por su gran inteligencia y su espíritu libre. A menudo pasaba sus días leyendo bajo un viejo roble cerca del lago. Su mundo cambiaba, sin embargo, cuando conoció a Tomás, un joven de 17 años de clase proletaria que trabajaba en el taller de su padre.

Un día de verano, Sofía estaba leyendo cuando notó a un grupo de chicos jugando a la pelota cerca del lago. Entre ellos estaba Tomás, con una sonrisa que iluminaba su rostro. Ella sintió algo en su corazón, algo que nunca había sentido antes. Decidió acercarse.

"¿Puedo jugar también?" - preguntó Sofía con una sonrisa.

Los chicos se quedaron sorprendidos, pero Tomás sonrió amigablemente.

"Claro, ven a jugar. ¡Cuanto más, mejor!" - respondió, pasando la pelota a Sofía.

Desde ese día, comenzaron a verse con frecuencia, compartiendo sueños y risas. Pero el destino tenía otros planes. Las familias de Sofía y Tomás no veían con buenos ojos su amistad. La madre de Sofía, una mujer muy estricta y de ideas tradicionales, la veía como una niña destinada a casarse con un hombre de su nivel social, no con un simple muchacho que trabajaba con sus manos.

"Sofía, es inaceptable que te relaciones con alguien de clase baja. Debes concentrarte en tu futuro y en lo que es apropiado para nuestra familia" - le decía su madre con severidad.

Mientras tanto, el padre de Tomás, un hombre que había luchado toda su vida por darle a su hijo una educación, también se preocupaba. "Tomás, tené cuidado. Sofía es una niña de bien. Las diferencias sociales pueden complicar las cosas y no quiero que sufra." - le advertía.

Pero el amor entre Sofía y Tomás florecía a pesar de los obstáculos. Ellos se encontraban en secreto bajo el roble, donde compartían sus pensamientos y sus esperanzas de un futuro juntos.

Una tarde, Tomás le propuso a Sofía un plan.

"¿Qué pasaría si creamos un club de lectura? Invitemos a chicos y chicas de diferentes clases. Podríamos compartir ideas y demostrar que el amor y la amistad no tienen fronteras." - sugirió Tomás entusiasmado.

Sofía sonrió al escuchar la idea. "Eso sería maravilloso, Tomás. ¡Podemos mostrarles a todos que queremos aprender unos de otros!" - exclamó.

Así nace el Club de la Amistad, un lugar donde chicos de todas las clases se reunían a leer y discutir, aprendiendo el uno del otro. La idea fue tan bien recibida que pronto se volvió popular. Pero, claro, los padres de Sofía y Tomás no tardaron en enterarse.

Una tarde, cuando los chicos estaban realizando una lectura al aire libre, las familias de Sofía y Tomás decidieron asistir para ver qué estaba pasando. La sorpresa fue enorme al ver a sus hijos rodeados de niños de todas las clases.

"¡Esto no puede ser!" - gritó la madre de Sofía.

Sofía se armó de valor.

"Mamá, este lugar nos enseña que todos somos iguales. Aprendemos de los demás, compartimos sueños..." - argumentó Sofía.

Tomás también sintió que era su momento de hablar.

"Señores, el amor no entiende de clases. Nadie debería sufrir por ser de una clase diferente. Nos estamos esforzando por construir algo hermoso aquí, juntos" - dijo Tomás con determinación.

Las familias quedaron boquiabiertas. La sinceridad de los chicos fue tal que los padres comenzaron a reflexionar sobre sus prejuicios. Con el tiempo, ambos padres se dieron cuenta de que el amor y la amistad eran más fuertes que las barreras sociales.

La madre de Sofía se acercó a ella aún con lágrimas en los ojos. "Te pido perdón, Sofía. Has logrado algo que jamás pensé posible. Si esto te hace feliz, entonces deberíamos apoyar lo que sienten" - dijo, abrazándola.

Y el padre de Tomás, sintiendo que cada chico merecía una oportunidad, se unió al grupo de lectura, abriendo su corazón a nuevas amistades.

Con el tiempo, Sofía y Tomás continuaron su relación, siempre rodeados de su grupo de amigos, haciendo del mundo un lugar más amable y acogedor. La amistad y el amor derribaron las paredes que los separaban. Y así, este cuento nos recuerda que las diferencias sociales no tienen la última palabra cuando se trata de amor y amistad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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