El amor del dragón


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Pueblito Feliz, vivía un chico llamado Mateo. Mateo era muy especial, tenía el corazón lleno de amor y siempre veía la belleza en todas las cosas.

Un día, mientras caminaba por el bosque cercano al pueblo, escuchó un débil llanto proveniente de unas rocas. Mateo se acercó con curiosidad y descubrió a un hermoso dragón atrapado entre las piedras.

Sin pensarlo dos veces, Mateo corrió a ayudar al dragón a liberarse. Con mucho esfuerzo y valentía, logró sacarlo de su encierro. El dragón miró a Mateo con gratitud en sus ojos y le dijo: "Gracias por rescatarme. Mi nombre es Draco".

Desde ese momento, nació una amistad profunda entre ellos dos. Con el paso del tiempo, Mateo se dio cuenta de que sentía algo más que amistad hacia Draco.

Se enamoró perdidamente del bello dragón y no podía dejar de pensar en él ni un solo instante. Un día, mientras paseaban juntos por el bosque, Draco le confesó a Mateo su mayor secreto: "Querido Mateo, tengo la habilidad de transformarme en humano durante algunas horas al día". - ¡Eso es increíble! -exclamó emocionado Mateo-.

¿Podrías mostrarme cómo te ves como humano? Draco asintió con una sonrisa y cerrando los ojos durante unos segundos. Cuando los abrió nuevamente frente a Mateo...

¡allí estaba! Draco convertido en un apuesto joven con cabello oscuro y ojos penetrantes. Desde ese día, Mateo y Draco vivieron momentos mágicos juntos. Paseaban de la mano, compartían risas y sueños.

Pero había algo que siempre los preocupaba: existía una antigua profecía que decía que si un dragón se enamoraba de un humano, ambos sufrirían un destino cruel. Un día, mientras disfrutaban de una tarde soleada en el bosque, apareció ante ellos un anciano sabio llamado Don Genaro.

Con voz pausada les dijo: "Queridos jóvenes, sé sobre vuestro amor y la profecía que los amenaza. Pero no teman, hay una manera de cambiar su destino". - ¿Cómo podemos hacerlo? -preguntó Mateo con ansiedad.

Don Genaro les explicó que debían recorrer tres desafíos para demostrar al mundo su amor inquebrantable. El primer desafío consistía en encontrar una joya sagrada escondida en lo más profundo del lago encantado. Sin pensarlo dos veces, Mateo y Draco se adentraron en el lago sin importarles los peligros.

Nadaron entre criaturas mágicas hasta llegar a una caverna submarina donde encontraron la joya resplandeciente. El segundo desafío era escalar la montaña imposible para alcanzar las nubes doradas donde se encontraba el símbolo del amor eterno.

Con determinación y trabajo en equipo, escalando roca tras roca, lograron llegar a la cima de la montaña. Allí encontraron el símbolo brillante hecho de oro puro.

El tercer desafío consistía en enfrentar sus mayores miedos y confiar en el amor que sentían el uno por el otro. Debían caminar sobre un puente suspendido en medio del abismo sin mirar hacia abajo. Con las manos entrelazadas, Mateo y Draco cruzaron el puente con valentía, superando sus temores juntos.

Al llegar al otro lado, la tierra tembló y una luz brillante los envolvió. Cuando todo se calmó, Mateo y Draco se encontraban de vuelta en Pueblito Feliz, pero algo había cambiado. La profecía cruel se había transformado en una bendición de amor eterno.

Desde ese día, Mateo y Draco vivieron felices para siempre, demostrando al mundo que el amor verdadero puede vencer cualquier obstáculo. Su historia inspiró a todos los habitantes del pueblo a aceptar y amar sin prejuicios.

Y así fue como dos corazones valientes lograron cambiar su destino y encontrar la felicidad junto al poderoso dragón convertido en humano gracias al poder del amor puro e inquebrantable.

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