El amor del dragón y el humano
Había una vez un dragón llamado Draco, que vivía en lo más profundo de la montaña. Un día, durante uno de sus vuelos, vio a un joven llamado Juan perdido en el bosque. Draco se acercó a él con curiosidad y descubrió que Juan estaba herido y exhausto. Sin dudarlo, el dragón lo tomó en sus garras y lo llevó a su cueva.
Al despertar, Juan se sorprendió al ver al imponente dragón cuidando de él. Al principio tuvo miedo, pero pronto descubrió que Draco era amable y protector. Con el tiempo, se convirtieron en amigos inseparables.
Un día, mientras exploraban nuevos territorios, encontraron una cueva oculta. Juan quedó maravillado por su belleza y tranquilidad. Draco, queriendo hacer un gesto especial, le propuso a Juan que la convirtieran en su hogar juntos. Juan, sorprendido y emocionado, aceptó.
Así, Draco y Juan decoraron la cueva con tesoros que encontraron en sus aventuras. Entre risas y juegos, compartieron momentos inolvidables. Aprendieron a cuidarse mutuamente y a apreciar sus diferencias. Las personas del pueblo, al enterarse de su amistad, al principio se mostraron temerosas, pero al ver la bondad de Draco, poco a poco empezaron a aceptarlos y a visitarlos.
El amor entre el dragón y el humano enseñó a todos que la verdadera amistad no conoce de límites ni prejuicios, que las diferencias nos enriquecen y que el amor verdadero puede superar cualquier obstáculo. Draco y Juan vivieron felices en su cueva, demostrando que el amor no entiende de especies o aspecto físico, sino del valor y la bondad que hay en el corazón.
FIN.