El amor del pequeño pescador
En un pequeño pueblo pesquero de la costa argentina vivía un niño llamado Mateo. Desde muy pequeño, Mateo había desarrollado un gran amor por el mar y la pesca. Todos los días, después de la escuela, corría hacia la playa con su caña de pescar y pasaba horas tratando de atrapar el pez más grande. En una de esas tardes, conoció a Fernanda, una señorita que trabajaba en una tienda de artesanías cercana a la playa. Fernanda siempre se mostraba amable con Mateo, le regalaba pan casero y le contaba historias sobre el mar.
"Hola, Mateo. ¿Cómo estuvo la pesca hoy?" le preguntó Fernanda mientras él recogía su caña y se acercaba a la tienda.
"No muy buena, solo atrapé un par de pececitos", respondió tímidamente Mateo.
"Bueno, seguro serán deliciosos a la parrilla. Ven, te invito a tomar una limonada fresca", dijo Fernanda con una sonrisa cálida.
Mateo se ruborizó un poco, pero aceptó la invitación y pasaron un rato charlando sobre el mar y las maravillas que escondía.
Los días pasaron y Mateo continuaba visitando a Fernanda después de pescar. Se sentía feliz cada vez que la veía y disfrutaba de su compañía. Pero lo que Mateo no sabía era que, a pesar de ser solo una niña, Fernanda también había descubierto un cariño especial por él. Un día, mientras estaban sentados frente al mar, Fernanda le confesó sus sentimientos.
"Mateo, me gusta mucho pasar tiempo contigo. Eres un pescador valiente, amable y cariñoso, y me gustaría que siguiéramos siendo amigos, ¿qué te parece?", le dijo Fernanda con un tono dulce.
Mateo se quedó atónito por un momento, pero luego una gran sonrisa se dibujó en su rostro.
"Claro que sí, Fernanda. Me encantaría seguir siendo tu amigo", respondió con alegría.
A partir de ese día, Mateo y Fernanda fortalecieron su amistad y compartieron aventuras junto al mar. Aprendieron a bucear, construyeron castillos de arena y pescaron juntos. Con el tiempo, Mateo también se convirtió en un gran compañero para Fernanda en la tienda de artesanías, ayudándola a atender a los clientes y cuidar del lugar. Siempre estaban juntos, apoyándose y disfrutando cada momento. Aunque su amor era de amistad, la conexión entre ellos era tan fuerte como el lazo que une al mar con la playa.
FIN.