El Amor del Rey y la Sirvienta



Había una vez en un reino lejano, una hermosa sirvienta llamada Clara. Clara no solo era conocida por su belleza, sino también por su amabilidad y su dedicación al trabajo. Todos los días, barría los pasillos del palacio, ayudaba en la cocina y cuidaba de los jardines, y cada vez que lo hacía, iluminaba el día de quienes estaban a su alrededor.

Pero había un pequeño gran secreto: el rey Alberto, un hombre de gran corazón y con una sonrisa que podía derretir cualquier tristeza, había puesto sus ojos en Clara.

Un día, mientras Clara estaba regando las flores del jardín, el rey se acercó sigilosamente.

"Hola, Clara. Estás más bella que nunca hoy."

Clara se sonrojó, un poco nerviosa, pero sonrió al rey.

"Gracias, Su Majestad. Solo estoy haciendo mi trabajo."

"¿Te gustaría dar un paseo conmigo por el jardín?"

Clara se sorprendió, pero no pudo resistirse. Mientras caminaban, el rey le contaba sobre sus sueños de un reino prospero y feliz, y Clara le compartía sus ideas sobre cuidar mejor del jardín y hacer que todos los habitantes del reino se sintieran querídos.

Con el tiempo, el rey se enamoró profundamente de Clara y decidió que quería casarse con ella. Sin embargo, había un problema. La madre del rey, la reina Beatriz, no podía ver con buenos ojos la idea de que su hijo se casara con una sirvienta.

"Alberto, ¡estás bromeando! ¿Por qué querrías casarte con una chica que trabaja en la cocina?"

El rey, determinado a seguir su corazón, respondió:

"Pero madre, Clara es especial. Ella tiene una bondad que no he visto en ninguna otra persona."

La reina Beatriz, conocida por ser la más estricta y malvada de las reinas, no se dio por vencida. Decidió que haría todo lo posible para separar a su hijo de Clara. Organizó un gran baile en el palacio, donde invitó a las mejores familias del reino y, por supuesto, a todas las jóvenes solteras que pudieran atraer al rey.

Cuando Clara se enteró del baile, sintió un nudo en el estómago. Ella sabía que el rey asistiría y que su madre pondría todo su empeño en encontrarle una esposa digna, según su criterio. El día del baile, Clara observó desde la ventana del palacio mientras el rey bailaba con una joven aristócrata llamada Lucía.

"No puedo creer que se haya olvidado de mí..." pensó Clara con tristeza.

Sin embargo, cuando el rey terminó de bailar, su mirada buscó a Clara entre la multitud. Allí estaba ella, con un vestido simple, pero con una luz en su rostro que brillaba. El rey se acercó a su lado, ignorando a las otras damas.

"Clara, no importa lo que digan, tú eres la única que realmente quiero tener a mi lado."

La reina Beatriz, al ver esto, se enfureció.

"¿Qué significa esto? ¡Alberto! No puedes estar serio en querer a esta sirvienta. Si no te casas con una noble, arruinarás el reino."

El rey, firme, respondió:

"Madre, el amor no se mide por títulos ni riquezas. Clara tiene un corazón puro y desea lo mejor para nuestra gente. Eso es lo que necesito para ser un buen rey."

La reina, furiosa, decidió que tenía que actuar. Así que elaboró un plan para hacer que Clara pareciera inferior. Comenzó a difundir rumores sobre Clara en el reino, diciendo que era deshonesta y que en su trabajo había abandonado ciertas tareas.

Pero el pueblo, al ver y conocer a Clara, la defendió.

"¡Eso no es cierto! Clara siempre nos ha ayudado, es nuestra mejor amiga en el palacio. No dejaremos que hablen mal de ella."

Viendo el apoyo del pueblo y la determinación de su hijo, la reina comenzó a dudar. Un día, Clara se acercó a la reina y le habló directamente.

"Su Majestad, sé que tiene sus reservas. Pero yo solo deseo el bienestar del reino y a su hijo. Nunca pretendería hacerle daño a nadie."

La reina se sintió conmovida al ver el valor y el amor de Clara. Con el tiempo, se dio cuenta de que no podía forzar el amor.

Finalmente, tras meditarlo a fondo, la reina decidió aceptar a Clara y propuso un nuevo baile, esta vez para celebrar la unión entre el rey Alberto y Clara.

El reino estalló de alegría, y el rey, su madre y Clara bailaron juntos, mostrando que el amor y la bondad siempre triunfan sobre la malignidad y las apariencias.

Así fue como Clara se convirtió en la reina del reino, y su bondad y generosidad hicieron que ese lugar fuera más feliz y próspero que nunca. Clara nunca olvidó sus raíces y siguió siendo la misma sirvienta cariñosa de siempre, pero ahora, con el poder de hacer aún más bien y difundir el amor por todo su reino.

FIN.

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