El amor en el bosque



Había una vez un bosque encantado donde vivía una joven llamada Lía. Lía era conocida en su comunidad por su habilidad para coser hermosos vestidos de flores que hacía con mucho amor. Siempre soñaba con conocer a alguien que pudiera compartir su pasión por la naturaleza.

Un día, mientras recogía flores, Lía se encontró con un joven llamado Tomás, un cazador muy simpático que se había perdido en el bosque.

"Hola, ¿cómo estás?", le dijo Lía, mientras recogía unas margaritas.

"Me perdí buscando a un ciervo que vi la vez pasada. Estoy un poco confundido", respondió Tomás, mirando alrededor.

Lía decidió ayudarle a encontrar su camino de regreso y, al mismo tiempo, le mostró su habilidad para hacer cosas mágicas con las flores.

"Ves, si cosemos estas flores de manera especial, podemos darle color a tu chaqueta", dijo Lía emocionada.

"¡Qué lindo! Nunca he visto algo así", contestó Tomás, asombrado por la creatividad de Lía.

Pasaron varios días juntos entre risas y aventuras en el bosque, donde Lía le enseñó a Tomás a apreciar la belleza de la naturaleza y el arte de coser. Con el tiempo, Tomás comenzó a sentir una conexión especial con Lía, aunque no estaba seguro de si debía decirle lo que sentía.

"Lía, tengo que preguntarte algo", comenzó a decir Tomás uno de esos días.

"¿Qué es?", preguntó ella con curiosidad.

"¿Por qué crees que todo en el bosque tiene su razón de ser?"

"Porque cada cosa es única y especial. Como las flores o los animales, lo que importa es lo que tenemos en el corazón", explicó Lía, sin saber que su respuesta tocaba el corazón de Tomás.

Un día, al atardecer, mientras cocían un guiso en una fogata, Tomás decidió que era el momento perfecto para compartir sus sentimientos.

"Lía, tengo que confesarte algo: me gustaría pasar el resto de mi vida contigo. A veces pienso en si es posible que nos casemos algún día", dijo Tomás, temblando de nervios.

"Esa es una gran pregunta, Tomás. Pero primero, necesito entender el porqué de lo que sientes", respondió Lía, sintiéndose feliz, pero también confusa.

Tomás se dio cuenta de cómo había estado disfrutando cada momento con ella, y su corazón le decía que debía ser valiente.

"Porque cada vez que estoy contigo, me siento más alegre y libre. No quiero perder eso", añadió.

"Entonces, hay un porqué en tu corazón, y eso me hace sonreír también", dijo Lía mientras se miraban a los ojos.

Los días pasaban y se hicieron grandes amigos, pero Tomás nunca se atrevió a expresar plenamente su amor. Un día, mientras paseaban por el bosque, encontraron un viejo tubo de madera.

"¿Qué hará esto aquí?", preguntó Lía, curiosa.

"Tal vez es un recordatorio de que hasta lo más antiguo puede tener valor", sugirió Tomás.

"O quizás, un símbolo de un amor que se puede fortalecer con el tiempo", añadió Lía, sonriendo.

El tiempo pasó, y el bosque se llenó de los colores del otoño. Lía y Tomás reflexionaron juntos sobre lo que habían vivido. En una tarde mágica, Tomás finalmente tuvo el valor que necesitaba.

"Lía, quiero que esto que siento por vos sea tan fuerte como el árbol que da sombra en este bosque.

"Yo también lo siento, Tomás", dijo Lía emocionada.

"Entonces, ¿quieres acompañarme a cazar sueños juntos?", preguntó Tomás, arrodillándose como si le pidiera que se casara.

"¡Sí!", exclamó Lía.

A partir de ese día, Lía y Tomás decidieron que aunque el mundo fuera vasto, ellos siempre encontrarían el camino de regreso el uno al otro. Juntos aprendieron que el amor no solo es un sentimiento, sino una decisión de cuidar y apoyar a quien amas. Y así, el bosque continuó siendo su hogar, el lugar donde floreció su amor y donde hicieron una promesa: cazar juntos cada sueño y ser felices por siempre.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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