El Amor en el Cerro



Había una vez, en un hermoso país lleno de montañas y ríos, dos chicas llamadas Laura y Sofía. Ambas vivían en un pequeño pueblo al pie de un cerro gigante, que todos los días desafiaba a los habitantes a explorarlo. Laura era valiente y aventurera, mientras que Sofía era más tranquila y reflexiva. Aunque eran diferentes, cada una tenía un corazón lleno de sueños, y esas diferencias las hacían únicas.

Un día de primavera, Laura decidió escalar el cerro para disfrutar de la vista. Mientras tanto, Sofía, que nunca había subido tan alto, la miraba desde abajo, sintiendo un deseo especial por encontrarse con su amiga.

"¡Laura! Espérame, voy contigo!" gritó Sofía con emoción.

"¡Claro! Venite, te va a encantar!" respondió Laura, bajando un poco para ayudarla.

Ambas comenzaron a subir el cerro, riendo y disfrutando del viento fresco que acariciaba sus rostros. Pero al llegar a la cima, se dieron cuenta de que había un gran río que separaba la cima del cerro de un hermoso prado lleno de flores.

"No puedo creer que haya un río aquí arriba. ¿Cómo lo cruzaremos?" preguntó Sofía, un poco preocupada.

"No te preocupes, yo puedo ayudarte. Solo tienes que confiar en mí" dijo Laura, mientras pensaba en cómo podría ayudarla a cruzar.

Laura tuvo una idea, y juntas buscaron unas piedras grandes que estaban en la orilla del río. Con mucho cuidado, Laura pasó primero, saltando de piedra en piedra. Después, lanzó una cuerda para que Sofía pudiera sujetarse.

"¡Vamos, Sofía! ¡Tú puedes!" la alentaba Laura.

Sofía se puso un poco nerviosa, pero vio la sonrisa de Laura y sintió una chispa de valentía. Con cada salto, sentía que el corazón le latía más rápido, no solo por el miedo, sino por algo nuevo que comenzaba a florecer dentro de ella.

Al llegar al otro lado, ambas se abrazaron emocionadas.

"¡Lo hicimos! Gracias, Laura!" dijo Sofía con una sonrisa radiante.

"Siempre estaré aquí para ayudarte a cruzar cualquier obstáculo," respondió Laura, sintiendo que su conexión con Sofía se hacía más fuerte.

Mientras recorrían el prado de flores, comenzaron a compartir sus sueños y esperanzas.

"Siempre quise ser fotógrafa y capturar la belleza del mundo," confesó Sofía.

"Yo sueño con ser exploradora y descubrir lugares mágicos" compartió Laura.

Entre sus risas y confidencias, ambas sintieron que había algo especial en su amistad. Esa tarde, mientras el sol comenzaba a ocultarse, mirando las estrellas, Laura tomó la mano de Sofía.

"Sofía, me encanta aventurarme contigo. Me siento diferente a tu lado... de una manera buena" dijo Laura con timidez.

"A mí también me pasa, Laura. Eres muy especial para mí," respondió Sofía, sintiendo que su corazón se llenaba de alegría.

Desde ese día, Laura y Sofía comenzaron a explorar juntas cada rincón de su mundo. Aprendieron que el amor puede adoptar formas diversas y que, a veces, solo se necesita un pequeño empujón para cruzar un río o abrir el corazón a nuevas posibilidades. Cada aventura que compartían fortalecía su lazo, convirtiendo su amistad en un amor puro y verdadero.

El pueblo pronto se enteró de la bonita historia de Laura y Sofía, y aunque algunos no comprendían, muchas personas se unieron a su amor e hicieron un coro de apoyo que llenó de alegría el lugar.

Con el tiempo, Laura y Sofía se convirtieron en un símbolo de valentía en su pueblo, mostrando que el amor no tiene barreras y que siempre hay una manera de cruzar cualquier río, literal o figurativamente, cuando se tiene a alguien que te alienta y te sostiene de la mano. Y así, con cada cima conquistada y cada río cruzado, su amor siguió floreciendo en el hermoso país lleno de montañas y ríos, donde las aventuras nunca terminan.

FIN.

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