El amor en nuestras acciones


Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, dos hermanos llamados Juan y Sofía. Eran muy traviesos y siempre estaban buscando aventuras juntos.

Un día, mientras jugaban en el parque, escucharon a unos adultos hablar sobre el amor. "¿Has oído eso, Sofía?" preguntó Juan emocionado. Sofía asintió con la cabeza y dijo: "¡Sí! Pero... ¿Dónde está el amor?"Los dos niños empezaron a buscar por todas partes en busca del amor.

Registraron cada rincón del pueblo, desde la plaza principal hasta los campos de flores. Pero no importaba cuánto buscaran, no podían encontrarlo. Cansados y desanimados, decidieron ir a casa para pensar en cómo podrían encontrar el amor.

En su camino de regreso, se encontraron con un anciano sentado en un banco del parque. "Buenas tardes, señor", saludó Juan amablemente. El anciano les sonrió y respondió: "Buenas tardes, jóvenes". "Estamos buscando el amor", confesó Sofía con tristeza.

El anciano reflexionó durante un momento antes de responder: "El amor no se encuentra tan fácilmente como uno puede creer. Pero puedo darles una pista".

Juan y Sofía se emocionaron al escuchar esto e instintivamente se acercaron más al anciano para escuchar lo que tenía que decir. "El amor está en las acciones desinteresadas que hacemos por los demás", dijo el anciano sabiamente. Los niños quedaron perplejos ante esta respuesta inesperada.

No entendían completamente lo que significaba hacer algo desinteresadamente, pero estaban decididos a descubrirlo. "¿Podría darnos un ejemplo, por favor?", preguntó Sofía con curiosidad. El anciano sonrió y dijo: "Claro. Ayudar a alguien sin esperar nada a cambio es una forma de amor desinteresado".

Los niños asintieron y se fueron corriendo para buscar oportunidades donde pudieran ayudar a otros. Encontraron a un niño llorando en la plaza porque había perdido su juguete favorito. "¡No te preocupes! ¡Vamos a encontrar tu juguete!", exclamó Juan emocionado.

Los hermanos buscaron por todo el lugar hasta que finalmente encontraron el juguete debajo de un banco. El niño estaba tan feliz que les dio las gracias con una gran sonrisa en su rostro.

Con cada acto desinteresado que realizaban, los niños sentían algo especial dentro de ellos. Aunque aún no habían encontrado el amor exactamente como lo imaginaban, sabían que estaban en el camino correcto.

Un día, mientras caminaban cerca de un río, vieron a una tortuga atrapada en unas ramas flotantes. Sin pensarlo dos veces, Juan y Sofía se lanzaron al agua para rescatarla. Una vez liberada, la tortuga nadó hacia ellos y les dio un pequeño beso antes de alejarse lentamente.

Juan y Sofía miraron asombrados cómo la tortuga nadaba lejos y se dieron cuenta de que habían encontrado el amor verdadero en ese momento. No era algo tangible o visible, sino un sentimiento cálido dentro de sus corazones.

Desde ese día en adelante, Juan y Sofía continuaron haciendo actos de amor desinteresado. Compartían su comida con los necesitados, ayudaban a sus amigos con sus tareas y siempre estaban dispuestos a escuchar a los demás.

Aunque el amor no se encontraba en un lugar específico, aprendieron que podían encontrarlo en cada acción que realizaban. Entendieron que el verdadero amor está en hacer felices a los demás sin esperar nada a cambio.

Y así, Juan y Sofía descubrieron el verdadero significado del amor y lo llevaron consigo a lo largo de sus vidas, dejando una huella de bondad y generosidad dondequiera que fueran.

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