El amor entre el reino y el corazón



Había una vez, en un reino lejano, una dulce sirvienta llamada Clara. Trabajaba en el palacio del Rey Federico, un rey amigable y justo, conocido por su generosidad. Clara pasaba sus días limpiando y organizando, pero siempre tenía una sonrisa en su rostro.

Un día, mientras barría el gran salón, Clara escuchó una hermosa melodía. Sigilosamente se acercó y vio al rey tocar su laúd en la terraza del palacio. La música resonaba en el aire como un canto de aves.

"¡Qué música tan hermosa, su majestad!" - exclamó Clara, asombrada.

"Gracias, querida Clara. La música es un regalo que alegra el corazón" - respondió el rey, sonriendo.

Clara se sonrojó, y desde aquel día, la joven soñaba con el rey mientras trabajaba. Un día, decidió darle un pequeño obsequio: un ramo de flores silvestres.

"Por favor, su majestad, estas flores son para usted porque su música alegra mis días" - dijo Clara con timidez.

El rey, conmovido, aceptó las flores y sonrió.

"Tus flores son tan bellas como tú, Clara. Te agradeceré siempre tu amabilidad".

El rey se preguntó quién era esa mujer que le traía tanta alegría y comenzó a observarla con atención. A medida que pasaban los días, Clara y el rey compartieron pequeñas charlas sobre la vida, la música y los sueños.

Pero un día, la malvada consejera del rey, envidiosa de su buena suerte, le susurró al rey:

"Su majestad, no puede enamorarse de una sirvienta. Es un peligro para su reputación".

El rey, confundido, empezó a alejarse de Clara. Esto la hizo sentir triste, pero decidió no rendirse.

Un día, organizó un festival en el pueblo y se atrevió a invitar al rey a bailar.

"Su majestad, ¿bailará conmigo?" - preguntó Clara, con el corazón latiendo fuerte.

El rey, recordando las risas y la alegría de Clara, decidió ignorar las palabras de la consejera.

"Claro que sí, Clara. En el baile, todos somos iguales" - dijo, tomando su mano.

Bailaron juntos bajo las estrellas, y el pueblo celebró su conexión. La malvada consejera, al ver la felicidad que Clara traía al rey, se dio cuenta de que el amor verdadero no conoce de rangos.

Desde ese día, el rey decidió seguir su corazón, y con el apoyo de su pueblo, invitó a Clara a ser su consejera del corazón.

"Juntos, haremos de este reino un lugar lleno de música y alegría" - dijo Clara.

Y así, el rey y Clara demostraron que el amor puede superar cualquier barrera, incluso las más grandes.

Y el reino vivió feliz, lleno de música y amor.

Fin.

FIN.

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