El amor perdura



Abril Aurora era una niña alegre y curiosa de 5 años que vivía en una hermosa casa con un jardín grande donde correteaba con su perra Cayena. Ellas eran inseparables, compartían juegos, siestas al sol y largos paseos.

Sin embargo, un día Cayena, ya muy viejita, partió al cielo de los perros. Abril se puso muy triste y lloró mucho, extrañando a su fiel amiga. Sus padres entendieron su dolor y decidieron ayudarla a sanar su corazón.

"Abril, sé lo mucho que extrañas a Cayena, pero creemos que otra perrita podría traerte alegría de nuevo", dijo su mamá con cariño. "Sí, queremos que conozcas a Ginebra, ¡seguro se convertirá en tu nueva mejor amiga!", agregó su papá con una sonrisa.

Abril, aún con el corazón apesadumbrado, accedió a conocer a la nueva integrante de la familia. Al ver a Ginebra, una perrita juguetona y tierna, algo en el corazón de Abril empezó a cambiar.

Aunque al principio le costó aceptar a Ginebra, con el tiempo comenzaron a compartir travesuras, trucos de saltos y largos abrazos. Juntas, vivieron aventuras en el jardín, exploraron nuevos rincones y se convirtieron en inseparables.

Poco a poco, la tristeza de Abril se fue transformando en alegría, su corazón se llenó de amor otra vez. Se dio cuenta de que aunque Cayena ya no estaba físicamente, su espíritu y amor perdurarían para siempre en su recuerdo.

La familia se maravilló al ver cómo Abril y Ginebra se apoyaban mutuamente, comprensivas y cómplices. Así, aprendieron juntas sobre la importancia de amar, recordar a los que ya no están y abrir el corazón a nuevas personas y mascotas.

La experiencia les enseñó que el amor es eterno, y que siempre hay espacio para nuevas alegrías. A través de Ginebra, Abril descubrió que el amor puede encontrarse de muchas formas y que el corazón es capaz de sanar con el tiempo, manteniendo viva la luz de los momentos felices.

FIN.

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