El amor que acepta
Había una vez en la ciudad de Buenos Aires, una señora llamada Angélica que trabajaba como recepcionista en un hotel muy elegante.
Angélica era una mujer alegre y cariñosa, siempre con una sonrisa en el rostro y dispuesta a ayudar a todos los huéspedes que llegaban al hotel. Un día, mientras Angélica estaba trabajando, llegó un hombre llamado Raúl para realizar algunas reparaciones en el hotel. Raúl era un obrero de la construcción, fuerte y trabajador.
Desde el primer momento en que se vieron, Angélica y Raúl sintieron algo especial el uno por el otro. "Hola, soy Raúl", dijo él con una tímida sonrisa. "¡Hola! Soy Angélica, encantada de conocerte", respondió ella con alegría.
Desde ese día, empezaron a hablar cada vez que coincidían en el hotel. Raúl le contaba sobre su trabajo en la construcción y Angélica compartía sus experiencias atendiendo a los huéspedes del hotel.
Poco a poco, fueron conociéndose mejor y descubrieron que tenían muchas cosas en común. Angélica disfrutaba mucho de la compañía de Raúl y comenzó a sentir algo más profundo por él.
Soñaba con salir juntos a dar paseos por la ciudad o disfrutar de una tarde en el parque. Sin embargo, notaba que Raúl prefería quedarse en casa después de trabajar y no parecía interesado en salir mucho. Un fin de semana, Raúl invitó a Angélica a su casa para cocinarle una cena especial.
Él preparó su plato favorito y pasaron una noche maravillosa conversando y riendo juntos. Aunque Angélica estaba feliz de estar con él, seguía sintiendo esa incertidumbre sobre los sentimientos de Raúl hacia ella.
Una tarde soleada, mientras caminaban por las calles de Buenos Aires, Angélica decidió hablar con Raúl sobre lo que sentía:"Raúl, me encanta pasar tiempo contigo y disfruto mucho cuando estamos juntos. Pero siento que tal vez tenemos diferentes formas de ser felices.
A mí me gustaría salir más a pasear o hacer actividades al aire libre, ¿tú qué piensas al respecto?"Raúl escuchó atentamente las palabras de Angélica y luego le tomó las manos con ternura:"Angélica querida, me encanta estar contigo también.
Quizás no soy tan aficionado a salir tanto como tú porque me siento realmente feliz estando aquí contigo o haciendo cosas simples juntos. "Las palabras sinceras de Raúl hicieron que el corazón de Angélica se llenara de alegría.
Comprendió que cada persona es diferente y tiene sus propias maneras de ser feliz. Lo importante era compartir momentos especiales juntos sin importar si estaban dentro o fuera de casa.
A partir de ese día, Angélica y Raúl encontraron un equilibrio perfecto entre sus gustos personales. Salían ocasionalmente a dar paseos cortos por el barrio o simplemente disfrutaban del tiempo juntos cocinando deliciosas comidas caseras los fines de semana.
Y así fue como esta historia demostró que el amor verdadero no consiste solo en hacer lo mismo todo el tiempo sino en aceptar las diferencias del otro y encontrar maneras creativas para ser felices juntos.
FIN.