El amor que deja huella
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, dos maestros de primaria que se llamaban Laura y Miguel. Ambos trabajaban en la misma escuela y compartían su amor por enseñar a los niños.
Un domingo de carnaval, mientras el pueblo estaba lleno de música y coloridas carrozas, Laura y Miguel se encontraron en medio del bullicio. Sus ojos se encontraron y fue como si el mundo se detuviera por un momento.
Desde ese día, todo tiempo que pasaban juntos les parecía volar, cada instante era mágico y especial. Laura era una maestra muy creativa e imaginativa. Siempre buscaba nuevas formas de enseñar a sus alumnos.
Miguel, por otro lado, era un maestro muy paciente y amable. Juntos formaban un equipo perfecto. Un día, mientras paseaban por el parque del pueblo tomados de la mano, vieron a unos niños jugando al fútbol sin tener una pelota adecuada para jugar.
Los niños improvisaban con lo que tenían: una lata vacía. Laura miró a Miguel con determinación en sus ojos y dijo: "¡Tenemos que ayudarlos! Necesitamos conseguirles una pelota para que puedan jugar mejor".
Miguel sonrió emocionado ante la idea de poder ayudar a esos niños. Juntos idearon un plan para recaudar dinero suficiente y comprarles una pelota nueva.
Decidieron organizar una feria en la escuela donde los padres podrían disfrutar de juegos divertidos mientras los niños vendían deliciosos postres hechos por ellos mismos. El día de la feria llegó rápidamente y todos estaban entusiasmados. Laura y Miguel estaban emocionados al ver a los niños vendiendo sus postres con alegría y entusiasmo.
"¡Miren, miren! ¡Hemos recaudado suficiente dinero para comprarles una pelota nueva!" exclamó Miguel emocionado. Los niños no podían creerlo. Estaban muy agradecidos con Laura y Miguel por su generosidad. Ahora podrían jugar al fútbol como se merecían, con una pelota de verdad.
Pero la historia no termina aquí. Un día, mientras Laura y Miguel daban clases en la escuela, llegó un nuevo niño llamado Tomás. Era tímido y tenía dificultades para hacer amigos.
Laura e Miguel notaron esto de inmediato y decidieron hacer algo especial por él. Organizaron actividades divertidas en el recreo para que todos los niños pudieran conocerse mejor y ayudar a Tomás a sentirse más cómodo en su nuevo entorno escolar.
Poco a poco, Tomás comenzó a abrirse más gracias al apoyo de Laura y Miguel. Los demás niños lo aceptaron con cariño y pronto se convirtió en uno más del grupo. El amor entre Laura y Miguel fue inspirador para todos los niños de la escuela.
Aprendieron que el amor puede ser compartido de muchas formas diferentes: ayudando a otros, siendo amables o simplemente estando allí cuando alguien lo necesita.
Y así, Laura y Miguel continuaron enseñando juntos durante muchos años más, dejando una huella imborrable en cada corazón que tocaban con su amor desinteresado por los demás.
FIN.