El amor que necesitaba



Había una vez un niño llamado Benito que siempre se sentía triste y desanimado. No estaba contento con sus padres y pensaba constantemente en lo injusto que era tenerlos a ellos.

Sus amigos tenían padres geniales, mientras que los suyos parecían aburridos y poco emocionantes. Un día, Benito decidió ir al parque para distraerse un poco de sus pensamientos negativos. Mientras jugaba en el tobogán, notó a un señor mayor sentado en un banco cercano.

El hombre tenía una sonrisa amable y cálida, así que Benito se acercó a él. "Hola, ¿cómo te llamas?"- preguntó el señor con curiosidad. "Soy Benito"- respondió el niño sin mucha emoción.

El señor notó la tristeza en los ojos de Benito y le preguntó qué le pasaba. Con lágrimas en los ojos, el niño comenzó a contarle sobre su insatisfacción con sus padres.

El anciano escuchó atentamente cada palabra de Benito y luego dijo: "Sabes, querido amigo, hay algo muy especial que debes entender". Benito miraba fijamente al anciano esperando alguna respuesta mágica para solucionar su problema. "Tú elegiste a tus padres antes de venir a este mundo"- continuó el anciano-.

"Antes de nacer, tu alma decidió cuáles serían las mejores personas para ayudarte a crecer y aprender las lecciones más importantes de la vida". Benito quedó perplejo ante estas palabras. Nunca había considerado esa posibilidad antes. "Pero...

¿por qué elegiría padres que no me hacen feliz?"- preguntó Benito, confundido. "A veces, las lecciones más valiosas se encuentran en los desafíos y dificultades"- explicó el anciano-. "Tus padres pueden enseñarte cosas importantes sobre el amor, la paciencia y la comprensión.

Solo tienes que estar dispuesto a aprender". El niño reflexionó sobre las palabras del anciano durante varios días. Decidió darle una oportunidad a sus padres e intentar verlos desde una perspectiva diferente.

Un día, mientras estaba sentado con su mamá en la cocina, Benito decidió iniciar una conversación. Le preguntó acerca de su infancia y cómo era cuando ella era niña. Para su sorpresa, su mamá comenzó a contarle historias divertidas y emocionantes sobre sus aventuras de juventud.

Benito también se abrió con su papá y descubrió que él tenía un gran talento para tocar la guitarra. Juntos, padre e hijo comenzaron a pasar tiempo tocando música y cantando canciones felices.

Con el tiempo, Benito comenzó a apreciar las pequeñas cosas que hacían sus padres por él: prepararle comidas deliciosas, leerle cuentos antes de dormir y escucharlo cuando necesitaba desahogarse.

El niño aprendió que todos tienen defectos y nadie es perfecto, pero eso no significa que no puedan amarse unos a otros. A medida que aceptaba a sus padres tal como eran, se dio cuenta de cuánto amor había en su hogar. Desde ese día en adelante, Benito fue un niño feliz.

Aprendió a valorar a sus padres y se dio cuenta de que, aunque no eran los padres que siempre había soñado, eran exactamente quienes necesitaba en su vida. Y así, Benito comprendió el verdadero significado del amor y la aceptación.

Aprendió que todos somos diferentes y únicos, pero eso es lo que hace al mundo un lugar especial. Desde entonces, Benito vivió cada día con una sonrisa en su rostro y un corazón lleno de gratitud por tener unos padres tan maravillosos.

Y mientras crecía, compartió esta lección con otros niños para ayudarles a encontrar la felicidad en las personas que les rodeaban. Fin.

FIN.

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