El amor que nunca se va



Había una vez un niño llamado Tomás que vivía con su papá y su mamá en una casita muy bonita. Todos los días jugaban juntos, se reían y se abrazaban mucho. Pero un día, algo triste pasó.

Un día, el papá de Tomás fue a hablar con él y le dijo: "Tomás, tengo algo importante que contarte. Mamá y yo hemos decidido separarnos".

El niño miró a su papá con ojos grandes, sin entender muy bien qué significaba eso. "¿Separarnos? ¿Qué quiere decir eso?" preguntó Tomás confundido. Su papá lo tomó de la mano y lo llevó hasta el jardín de la casa.

Se sentaron en un banco bajo un árbol frondoso, donde siempre solían contar historias juntos. "Tomás", comenzó a explicarle su papá con ternura. "A veces las personas que se quieren mucho también pueden sentirse tristes o diferentes entre sí.

Y cuando eso pasa, es mejor tomar caminos distintos para ser más felices". El niño escuchaba atentamente mientras observaba las hojas del árbol moverse con el viento. "Pero no te preocupes", continuó su papá. "Mamá siempre va a amarte mucho y yo también.

Aunque ya no estemos juntos como pareja, seguiremos siendo tu familia para siempre". Tomás asintió lentamente, tratando de entender todo lo que le decía su papá.

"Además", agregó su papá sonriendo tiernamente, "tendrás dos casas ahora: una donde vivirás conmigo y otra donde estarás con mamá. Ambas serán especiales y llenas de amor". El niño se levantó del banco y abrazó a su papá con fuerza.

"Papá, te quiero mucho y también quiero que mamá sea feliz", dijo Tomás con una mezcla de tristeza y comprensión. Su papá lo abrazó aún más fuerte, sintiendo el amor inmenso que tenía por su hijo. Pasaron los días y la vida de Tomás comenzó a cambiar un poco.

Ahora tenía dos casas donde vivir, una con su papá y otra con su mamá. Aunque al principio extrañaba tenerlos juntos todos los días, poco a poco fue entendiendo que el amor no se acababa solo porque las cosas cambiaban.

Sus padres siempre estaban ahí para él, compartiendo momentos especiales en cada casa. Juntos iban al parque, cocinaban ricas meriendas o simplemente se sentaban en el sofá a leer cuentos antes de dormir. Tomás aprendió que la separación no significaba dejar de amar o ser amado.

Aprendió a adaptarse a los cambios y descubrió que podía encontrar felicidad en diferentes formas.

Con el tiempo, sus padres encontraron nuevas parejas y aunque al principio le costó aceptarlo, Tomás comprendió que eso tampoco cambiaba el cariño que ellos sentían por él. Tenía nuevos hermanitos y hermanitas con quienes jugar y compartir aventuras. Y así, entre risas, lágrimas y aprendizajes importantes, Tomás creció rodeado del amor incondicional de ambos padres.

Supo entender que la separación no era algo malo ni culpa suya; simplemente era parte del camino hacia una nueva forma de ser feliz. Y así, con el paso del tiempo, Tomás se convirtió en un niño fuerte y valiente.

Aprendió a aceptar los cambios y a valorar cada momento especial que vivía junto a su familia. Sabía que siempre estarían ahí para él, sin importar las circunstancias. Y así termina nuestra historia, con un mensaje de amor y comprensión.

Porque aunque la vida tenga sus altibajos, el amor siempre prevalece y nos enseña a seguir adelante con una sonrisa en el corazón.

FIN.

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