El amor que perdona


Había una vez un perrito llamado Max, que vivía en una pequeña casa con su dueño, Lucas. Max era un perro muy juguetón y travieso, le encantaba correr por el jardín y jugar con los juguetes de Lucas.

Un día, mientras jugaban a atrapar la pelota en el jardín, Max mordió accidentalmente uno de los zapatos nuevos de Lucas.

El niño se enfadó mucho y le regañó diciendo: "¡Max! ¡Mira lo que has hecho! Me arruinaste mis zapatos nuevos". Max se sintió muy triste al ver la cara enfadada de Lucas. Sabía que había cometido un error y quería arreglarlo. Entonces, decidió buscar una forma de pedirle perdón a su amigo humano.

Después de pensar durante un rato, Max tuvo una idea brillante. Se acercó a Lucas con su patita levantada como si estuviera saludando y luego se echó en el suelo mostrando su pancita.

Lucas no entendió qué estaba haciendo Max al principio, pero luego recordó haber visto ese gesto en algún lugar antes. Recordó que cuando los perros hacen eso significa que están pidiendo perdón. "¡Ohh! ¡Max está pidiendo perdón!", exclamó Lucas sorprendido.

Sin dudarlo, Lucas se agachó y acarició la pancita de Max mientras decía: "Está bien Max, te perdono". A partir de ese día, cada vez que Max hacía algo malo o rompía algo por accidente mientras jugaban juntos, él siempre utilizaba el mismo gesto para pedir disculpas.

Una tarde, mientras Lucas estaba en su habitación haciendo los deberes de la escuela, Max se metió en la cocina y comenzó a ladrar desesperadamente.

Lucas se apresuró a bajar y encontró un incendio que había empezado por una vela encendida. "¡Max! ¡Gracias por avisarme!", dijo Lucas emocionado mientras abrazaba a su fiel amigo. Max había aprendido a pedir perdón y ahora le había salvado la vida a Lucas.

Desde ese día, su amistad se fortaleció aún más. Lucas decidió enseñarle algunos trucos nuevos a Max como recompensa por su lealtad. Juntos aprendieron a dar la pata, hacer piruetas y hasta jugar al escondite. La historia de Max y Lucas se volvió famosa en el vecindario.

Los niños del barrio también querían aprender cómo enseñarles trucos divertidos a sus mascotas. Así que decidieron organizar una pequeña competencia para mostrar todo lo que habían aprendido junto con sus perros.

El gran día llegó y todos los niños estaban muy emocionados. Pero cuando era el turno de Max y Lucas, algo inesperado sucedió: Max no pudo realizar ninguno de los trucos que habían practicado juntos durante tanto tiempo.

Lucas miró preocupado a su amigo perrito e intentó animarlo diciendo: "No te preocupes, Max. Todos cometemos errores alguna vez".

En ese momento, Max recordó todas las veces que había jugado con Lucas, las risas compartidas y cómo siempre buscaba la forma de pedir perdón cuando hacía algo malo. Entonces decidió hacer algo diferente. Max se acercó a Lucas y le dio un beso en la mejilla. Todo el público quedó sorprendido y comenzaron a aplaudir emocionados.

Max había aprendido que no importaba si cometía errores o si no podía hacer trucos, lo importante era mostrar amor y cariño hacia su amigo. Desde ese día, Max se convirtió en el perro más querido del vecindario.

Todos los niños aprendieron la importancia de pedir perdón y de demostrar afecto hacia sus amigos animals.

Y así, Max y Lucas continuaron jugando juntos todos los días, disfrutando de su amistad incondicional y enseñándoles a los demás que el amor y el perdón son las mejores lecciones que podemos aprender en la vida.

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