El Amor sin Fronteras



Había una vez una conejita llamada Kenny que vivía en un hermoso jardín junto a su niña Leilany. Kenny era muy cariñosa y siempre estaba dispuesta a jugar y hacerle compañía a Leilany.

Sin embargo, había algo que la preocupaba mucho: el perrito Yoryi. Yoryi era un pequeño perro travieso y juguetón que también vivía en el jardín de Leilany.

Aunque al principio Kenny se llevaba bien con Yoryi, poco a poco comenzó a sentir celos porque creía que su niña quería más al perrito. Un día, mientras jugaban los tres en el jardín, Kenny notó cómo Leilany abrazaba fuertemente a Yoryi y le decía lo mucho que lo quería.

Esto hizo que la conejita se sintiera triste y pensara que ya no era tan importante para su niña. "Leilany solo quiere estar con Yoryi, yo ya no soy importante para ella", pensó Kenny mientras se alejaba tristemente hacia su madriguera.

Pero lo que Kenny no sabía es que Leilany también amaba mucho a la conejita. Ella simplemente tenía una forma diferente de expresar ese amor hacia cada uno de sus mascotas.

Preocupado por ver triste a su amiga conejita, Yoryi decidió hablar con ella y averiguar qué le pasaba. "Kenny, ¿por qué estás tan triste?", preguntó Yoryi acercándose lentamente. Kenny miró al perrito sorprendida de verlo interesado en cómo se sentía.

"Me siento triste porque creo que Leilany quiere más a ti que a mí. Me siento reemplazada", respondió con voz temblorosa. Yoryi se acercó aún más y le dijo suavemente: "Kenny, cada uno de nosotros es especial para Leilany de diferentes maneras.

Ella te ama mucho y siempre estará aquí para ti, al igual que lo está para mí". La conejita levantó la mirada y comenzó a sentirse un poco mejor. "¿De verdad crees eso?", preguntó Kenny con esperanza en sus ojos. "Por supuesto", respondió Yoryi con una sonrisa.

"Leilany nos ama de formas únicas porque somos diferentes. Tú eres su compañera de juegos y yo soy su amigo fiel para pasear. Ambos tenemos un lugar importante en su corazón".

Las palabras de Yoryi hicieron que Kenny se sintiera reconfortada y comprendida. Ahora sabía que no tenía por qué tener miedo ni celos.

Desde ese día, Kenny decidió cambiar su perspectiva y disfrutar del tiempo que pasaba con Leilany sin preocuparse por si ella amaba más a Yoryi o no. Con el tiempo, Kenny aprendió que el amor no tiene límites ni restricciones, y que cada ser vivo es importante a su manera.

Aprendió a valorarse a sí misma como la adorable conejita valiente y cariñosa que era. Y así fue como Kenny dejó atrás sus miedos y celos, encontrando la felicidad en el amor incondicional de Leilany.

Todos los días jugaban juntos en el jardín, compartiendo risas y aventuras sin importar quién recibía más atención. La historia de la conejita Kenny y el perrito Yoryi nos enseña que cada uno de nosotros es único y especial, y que no debemos compararnos ni sentirnos menos importantes.

El amor se expresa de diferentes maneras, y lo más importante es valorarnos a nosotros mismos y a los demás tal como somos.

FIN.

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