El amor sin fronteras


Había una vez un nene llamado Juanito, a quien le encantaba pasar tiempo en la granja de su abuelo. Allí podía correr libremente entre los animales y disfrutar de la naturaleza.

Pero había algo que siempre lo fascinaba: las gallinas. Un día, mientras paseaba por el corral, Juanito vio a una gallina solitaria sentada en un rincón. Se acercó con curiosidad y se sentó a su lado.

La gallina lo miró con ojos brillantes y pareció sonreírle. "Hola, amiga gallina", dijo Juanito entusiasmado. La gallina cacareó como si estuviera respondiendo al saludo del niño. Desde ese día, Juanito visitaba a su nueva amiga todos los días después de la escuela.

Pasaban horas juntos, charlando y jugando. Aunque muchos decían que era extraño tener una amistad con una gallina, para Juanito era algo especial. Un día, mientras jugaban en el corral, la mamá de Juanito los observaba desde lejos.

Ella estaba preocupada porque pensaba que su hijo no tenía amigos humanos con quienes jugar. Decidió hablar con él sobre sus inquietudes:"Juanito, ¿por qué pasas tanto tiempo con esa gallina? No tienes amigos humanos aquí".

Juanito miró a su mamá sorprendido y respondió:"Mamá, mi amiga gallina me hace sentir feliz y nunca me siento solo cuando estoy con ella". La mamá reflexionó sobre las palabras de su hijo y comprendió que tal vez estaba equivocada al juzgar esta peculiar amistad.

Pasaron los meses y cada vez más personas se enteraban de la amistad entre Juanito y la gallina. Al principio, algunos se burlaban y decían cosas malas, pero Juanito no les prestaba atención.

Él sabía que su amistad era especial y eso era lo único que importaba. Un día, cuando Juanito llegó a la granja, encontró a su amiga gallina muy enferma. Estaba débil y apenas podía moverse. Juanito llamó a su abuelo para pedirle ayuda.

El abuelo examinó a la gallina y explicó que estaba muy enferma y necesitaba cuidados especiales para recuperarse. Juanito tomó una decisión valiente: le pidió permiso a su abuelo para llevar a la gallina a su casa y cuidarla él mismo.

Sabía que sería un desafío, pero estaba dispuesto a hacer todo lo posible por salvar a su querida amiga. Dedicó tiempo y esfuerzo en cuidar de ella.

La alimentaba con comida especial, le daba medicinas, jugaban juntos e incluso dormían juntos por las noches. Poco a poco, la gallina comenzó a mejorar gracias al amor incondicional de Juanito. Con el paso del tiempo, sus plumas volvieron a brillar y recuperó toda su energía.

Cuando los vecinos vieron cómo Juanito había salvado la vida de esa gallina, quedaron asombrados e impresionados por el poder del amor y la dedicación.

A partir de ese momento, las personas comprendieron que no importa cuán diferentes sean los amigos o cómo nos vean los demás; lo importante es tener alguien en quien confiar y compartir momentos felices. La historia de Juanito y su gallina se convirtió en un ejemplo de amistad incondicional para todos.

Y desde aquel día, la granja se llenó de risas y alegría, porque las personas aprendieron a valorar los lazos que nos unen, sin importar si tienen plumas o no. Y así, el nene sentado con una gallina demostró al mundo que el amor verdadero no tiene límites ni prejuicios.

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