El amor verdadero



Había una vez una familia conformada por Pamela, su esposo y su hijo Bauty. Pamela amaba a Bauty con todo su corazón y hacía todo lo posible para que él fuera feliz.

Sin embargo, su esposo parecía tener un amor aún mayor por el niño. Bauty adoraba pasar tiempo con ambos padres, pero notaba la diferencia en cómo cada uno lo trataba.

Siempre que hacía algo bien, su padre lo felicitaba efusivamente mientras que su madre solo le daba un abrazo y una sonrisa. Un día, después de un partido de fútbol en el que Bauty había anotado el gol ganador, su padre lo alzó en brazos y gritó emocionado: "¡Eres increíble! ¡Eres mi campeón!".

Mientras tanto, Pamela se acercó a ellos con una sonrisa forzada y dijo: "Muy bien hecho hijo". Bauty comenzó a sentirse triste porque sentía que no era tan importante para su madre como lo era para su padre.

Un día decidió hablar con ella sobre cómo se sentía. "Mamá", dijo Bauty tímidamente, "¿por qué papá parece amarme más que tú?"Pamela se sorprendió por la pregunta de Bauty pero entendió inmediatamente sus preocupaciones.

Ella sabía cuánto amaba a Bauty pero tal vez no había encontrado la manera adecuada de expresarlo. —"Hijo" , respondió Pamela con ternura, "No hay nada en este mundo que pueda hacerme amarte menos.

Te amo desde el fondo de mi corazón sin importar nada más. "Bauty miró a los ojos de su madre y vio la sinceridad en su mirada. De repente, se sintió mucho mejor. "Pero papá siempre me dice lo bien que hago las cosas", continuó Bauty.

"Sí, tu padre es muy bueno en eso", dijo Pamela con una sonrisa. "Pero yo te amo por quien eres, no solo por lo que haces. Eres un niño maravilloso y estoy orgullosa de ti todos los días.

"Bauty entendió lo que su madre quería decir y se sintió más amado que nunca antes. Comenzó a apreciar más los abrazos y las sonrisas de su madre porque sabía cuánto significaban para ella.

La familia comenzó a pasar más tiempo juntos y Pamela encontró nuevas formas de demostrarle a Bauty cuánto lo amaba. Juntos hicieron pasteles, jugaron juegos de mesa y salieron al parque.

Un día, después de un paseo en bicicleta, Bauty corrió hacia su madre con una gran sonrisa en el rostro. "Mamá", exclamó emocionado, "te quiero mucho". Pamela le dio un abrazo cálido y respondió: "Te quiero aún más hijo mío".

Desde ese día en adelante, Bauty supo que era amado por ambos padres igualmente y aprendió la importancia del amor incondicional.

FIN.

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