El amor verdadero en el colegio de Valentina y Sofía



Había una vez en un colegio muy especial, dos chicas llamadas Valentina y Sofía, que estaban locamente enamoradas del mismo chico. Se llamaba Tomás y era sordo, pero eso no le impedía ser el más popular de la escuela.

A pesar de los esfuerzos de Valentina y Sofía por llamar su atención, Tomás solo tenía ojos para una niña llamada Lucía, quien estudiaba lenguaje de señas con él los fines de semana.

Valentina era una chica muy extrovertida y siempre buscaba maneras creativas de impresionar a Tomás. Por otro lado, Sofía era más tímida pero igual de decidida a conquistar su corazón.

Ambas chicas se embarcaron en una competencia feroz para ver quién lograba captar la atención de Tomás primero. Un día, cansado de tantos intentos fallidos por parte de Valentina y Sofía para salir con él, Tomás decidió enfocarse en sus estudios y en pasar tiempo con Lucía aprendiendo lenguaje de señas.

Esto desató aún más la rivalidad entre las dos chicas, quienes idearon planes descabellados para ganarse el amor de Tomás. Una tarde, mientras Valentina planeaba su próximo movimiento estratégico para conquistar a Tomás, Sofía tuvo una idea diferente.

En lugar de competir directamente con Valentina, decidió invitar a Tomás a comer algo especial que ella misma prepararía.

"-Hola Tomás, ¿te gustaría venir a mi casa este fin de semana? Voy a cocinar tu comida favorita", le escribió Sofía en un papel que le entregó al finalizar la clase. Tomás leyó el mensaje con sorpresa y asintió emocionado ante la propuesta. Estaba encantado con la idea de compartir un momento especial con alguien que lo apreciara tal como era.

El sábado llegó y Sofía recibió a Tomás en su casa con una gran sonrisa. Juntos prepararon la comida mientras se comunicaban a través del lenguaje de señas que habían practicado juntos en clase.

Fue un momento mágico donde no necesitaban palabras para entenderse. Al finalizar la cena, Tomás miró a Sofía con gratitud y cariño en sus ojos.

Entendió que el verdadero amor no se trataba de competir o impresionar a alguien, sino de compartir momentos genuinos y especiales juntos. Desde ese día, Valentina y Sofía dejaron atrás su rivalidad y se convirtieron en grandes amigas. Aprendieron que el respeto mutuo y la sinceridad eran mucho más valiosos que cualquier competencia por un chico.

Y así, entre risas y complicidad, los tres amigos siguieron adelante disfrutando cada día como si fuera único e irrepetible.

FIN.

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