El amuleto de la calma


Había una vez una niña llamada Magdalena, que era linda como un botón. Tenía unos ojos achinados de color café con largas pestañas que parecían alas de mariposa.

Su pelo era castaño oscuro y siempre estaba perfectamente peinado en dos trenzas. Tenía una pequeña y respingada nariz que le daba un toque especial a su rostro. Magdalena era una niña muy feliz, pero tenía un pequeño problema: le costaba mucho controlarse cuando se enojaba.

A veces, los berrinches la invadían sin previo aviso y le resultaba difícil calmarse. Esto preocupaba mucho a sus padres y también a su hermana mayor Constanza.

Constanza amaba profundamente a Magdalena y siempre estaba dispuesta a ayudarla en todo lo que necesitara. Ella sabía que su hermanita no podía controlar esos arranques de rabia y decidió buscar una solución para ayudarla. Un día, mientras las dos hermanas jugaban en el jardín, Constanza tuvo una idea brillante.

Se acercó a Magdalena con una sonrisa en el rostro y le dijo:- ¡Magda! ¿Sabes qué? Creo que he encontrado algo maravilloso para ti. - ¿De verdad? -preguntó Magdalena emocionada-. ¿Qué es? - Bueno, es algo mágico -respondió Constanza-.

Es un amuleto especial que te ayudará a controlar tus enfados.

Magdalena abrió los ojos como platos y preguntó curiosa:- ¿En serio? ¿Cómo funciona? Constanza sacó de su bolsillo un pequeño collar con un dije en forma de estrella y se lo colocó delicadamente alrededor del cuello a Magdalena. - Este amuleto es mágico -explicó Constanza-. Cada vez que sientas que te vas a enfadar, cierra los ojos, toca el dije y repite tres veces: "Estrella brillante, rabia controlarás".

Verás cómo poco a poco sentirás paz en tu corazón. Magdalena estaba emocionada por probar aquel amuleto.

Desde ese momento, cada vez que sentía que la ira la invadía, cerraba los ojos, tocaba el dije y repetía las palabras mágicas. ¡Y funcionaba! Poco a poco, Magdalena fue aprendiendo a controlar su rabia. Ya no tenía tantos berrinches y cuando sentía que algo le molestaba, recordaba su amuleto y se calmaba rápidamente.

Un día, mientras jugaban en el parque, Magdalena vio a un niño llorando porque alguien le había quitado su juguete favorito. En lugar de enfadarse como antes solía hacerlo, Magdalena respiró profundo y pensó en cómo podía ayudarlo.

Se acercó al niño con una sonrisa y le ofreció uno de sus juguetes para consolarlo. Todos quedaron sorprendidos por la madurez y bondad de Magdalena.

Sus padres estaban muy orgullosos de ella y Constanza sabía que había hecho un gran trabajo ayudándola a controlar su rabia. Desde aquel día, Magdalena siguió usando su amuleto mágico cuando se sentía enojada, pero también aprendió a manejar sus emociones de una manera más positiva.

Y así, la niña linda de ojos achinados y pelo castaño oscuro se convirtió en un ejemplo para todos los niños del vecindario. Y colorín colorado, esta historia ha terminado.

Magdalena aprendió a controlar su rabia y a ser una niña feliz y bondadosa gracias al amor y apoyo de su hermana Constanza.

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