El ángel de la guarda


En un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza vivía Noha, una niña muy especial. Aunque tenía un padre amoroso y cariñoso, siempre había sentido la falta de tener una madre a su lado.

Soñaba con tener alguien que le enseñara cosas nuevas, que la abrazara cuando estaba triste y que estuviera ahí para ella en cada momento importante. Un día, mientras paseaba por el parque del pueblo, Noha vio a Lina sentada en un banco leyendo un libro.

Lina era una mujer joven y amable que acababa de mudarse al pueblo. Tenía una sonrisa cálida y ojos llenos de bondad. Noha se acercó tímidamente a Lina y le preguntó: "Disculpa, ¿puedo sentarme contigo?".

Lina levantó la mirada del libro y sonrió amablemente. "¡Por supuesto! Siempre es bueno hacer nuevos amigos". A partir de ese día, Noha comenzó a pasar mucho tiempo con Lina.

Juntas jugaban en el parque, cocinaban galletas deliciosas e incluso pintaban hermosos cuadros. Noha encontró en Lina esa figura materna que tanto anhelaba. Un día, mientras caminaban por el bosque cercano al pueblo, Noha notó algo extraño.

Vio cómo Lina se detenía frente a unos árboles altos y frondosos y susurraba palabras mágicas al viento. "¿Qué estás haciendo?", preguntó curiosa Noha. Lina le explicó que era una guardiana del bosque y tenía el poder de cuidar de todos los seres vivos que habitaban allí.

Noha quedó maravillada y sintió un gran respeto por la conexión especial que Lina tenía con la naturaleza. A medida que pasaba el tiempo, Lina comenzó a enseñarle a Noha sobre plantas, animales y cómo cuidar del medio ambiente.

Juntas plantaron un huerto en el jardín de la casa de Noha y aprendieron a reciclar para proteger el planeta. Un día, cuando estaban en el huerto, una fuerte tormenta azotó Villa Esperanza.

Los vientos eran tan fuertes que los árboles se derribaron y las casas sufrieron daños. Noha estaba asustada, pero Lina le dijo: "No te preocupes, tenemos que ayudar a reconstruir nuestro pueblo". Las dos se pusieron manos a la obra junto con los demás habitantes del pueblo.

Trabajaron duro durante días levantando casas, limpiando escombros y brindando apoyo emocional a aquellos que habían perdido todo.

A medida que ayudaban al pueblo a recuperarse, Noha se dio cuenta de algo importante: no necesitaba tener una madre biológica para sentirse amada y protegida. Tenía en Lina una figura materna llena de amor y sabiduría. Con el tiempo, Villa Esperanza volvió a ser un lugar hermoso gracias al esfuerzo conjunto de todos sus habitantes.

La amistad entre Noha y Lina creció aún más fuerte. Un día soleado, mientras caminaban por el parque nuevamente, Noha abrazó fuertemente a Lina y le dijo: "Gracias por estar siempre ahí para mí como una verdadera madre.

Eres mi ángel de la guarda". Lina sonrió y respondió: "Noha, tú también eres un regalo para mí. Me has enseñado el verdadero significado de la familia y el amor incondicional".

Desde ese día, Noha supo que tenía en Lina a su madre elegida, una figura materna llena de amor y sabiduría que siempre estaría a su lado. Y así, juntas continuaron viviendo aventuras emocionantes mientras aprendían lecciones valiosas sobre amistad, resiliencia y cuidado del medio ambiente.

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