El Ángel Guardián de Lía
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Arcoíris, una niña llamada Lía. Lía era una niña curiosa, siempre con una sonrisa en el rostro y una gran imaginación. Había algo muy especial en ella: su abuelita Amalia, que siempre la cuidaba y le contaba historias mágicas sobre el cielo y los ángeles.
Un día, la abuelita Amalia, que había sido la amiga y protectora de Lía, se fue al cielo. Lía sintió un gran vacío en su corazón, pero recordó las palabras de su abuela.
"Lía, cuando yo ya no esté, seguiré cuidándote desde el cielo como un ángel guardián" - le había dicho su abuela, mientras acariciaba su cabello rizado.
A pesar de la tristeza, Lía decidió que en vez de llorar, iba a recordar a su abuela con alegría. Un día, mientras jugaba en el parque, escuchó una risa suave que venía del cielo. Miró hacia arriba y vio un hermoso globo de colores flotando. Era un globo que nunca había visto antes.
"¡Hola!" - gritó Lía al globo. "¿Eres mi ángel guardián?"
El globo comenzó a descender lentamente y, asombrada, Lía vio que del globo salió un pequeño hada brillante, que tenía alas de colores y una risa contagiosa.
"¡Hola, Lía! Soy Floreta, el hada de los sueños. He venido a ayudarte a recordar a tu abuelita de una manera especial" - dijo, mientras daba vueltas en el aire.
"¿Cómo puedes ayudarme?" - preguntó Lía con curiosidad.
"Juntas vamos a crear un libro mágico con los recuerdos más felices de tu abuelita. Cada página estará llena de la magia del amor que compartían" - propuso Floreta.
Lía asintió emocionada. Juntas comenzaron a recolectar recuerdos: Lía recordaba las galletitas que hacían juntas, los cuentos antes de dormir, y los paseos al jardín donde su abuelita le enseñaba sobre las flores.
Mientras escribían, cada recuerdo que plasmaban en el papel hacía que el libro brillara más y más. Con cada risa y cada lágrima compartida, Lía sentía que su abuela estaba más cerca.
"Mira cómo brilla, Lía. Cada vez que recuerdas algo lindo, ¡sientes su presencia!" - exclamó Floreta.
Pero, al llegar a la última página, Lía se sintió un poco triste.
"¿Y ahora qué?" - preguntó. "¿Se va a terminar aquí?"
"No, querida. Aunque el libro pueda cerrarse, su amor nunca dejará de brillar. Además, cada vez que lo recuerdes, podrás abrirlo en tu corazón" - respondió Floreta, iluminando el rostro de Lía.
Entonces, Lía tuvo una idea.
"¡Podemos compartir estos recuerdos con los demás! Así todos podrán recordar las cosas lindas de sus seres queridos también" - sugirió.
Floreta aplaudió entusiasmada. Decidieron organizar una fiesta en el parque, donde cada niño y niña traería su propio recuerdo y lo compartirían en un gran círculo de historias.
El día de la fiesta, el parque se llenó de risas y cuentos. Lía, con su libro en manos, se sintió más fuerte y feliz.
"Mi abuelita siempre decía que el amor nunca se va, solo cambia de forma" - dijo Lía a sus amigos, mientras les mostraba su libro.
Al final del día, cuando el sol comenzaba a caer, Lía miró hacia el cielo y vio a un ángel de luz, sonriendo y llevándose el brillo de los recuerdos en su corazón.
"Gracias, Floreta. Mi abuela siempre estará conmigo" - dijo Lía.
Y desde ese día, Lía nunca volvió a sentir soledad; sabía que su ángel guardián estaba siempre con ella, cuidándola y protegiéndola desde el cielo, a través de cada recuerdo que compartían.
Así, Lía aprendió que el amor persiste siempre, y que cada recuerdo compartido se convierte en un pequeño rayo de luz que ilumina el camino de aquellos que amamos.
FIN.