El Ángel Guardián de Lila
En un pequeño pueblo llamado Alegría, vivía una niña llamada Lila. Ella era una niña muy curiosa y siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás. Pero Lila no lo sabía, cada vez que ayudaba a alguien, había un ángel llamado Celeste que la observaba desde las nubes.
Celeste era un ángel especial, ya que tenía la misión de cuidar a los humanos y asegurarse de que no cayeran en el mal. Cada vez que Lila tenía una buena idea o estaba a punto de hacer algo deshonesto, Celeste intervenía con un suave susurro.
Un día, mientras Lila estaba en la escuela, un nuevo chico llamado Tomás llegó. Todos los niños lo miraron con curiosidad, pero algunos comenzaron a hacer comentarios maliciosos.
"Mirá cómo se viste, parece un desaliñado" - dijo Santi, riendo con sus amigos.
Lila miró a Tomás, quien parecía muy triste. En ese instante, escuchó el suave susurro de Celeste.
"No dejes que lo traten así, Lila"
Sin pensarlo dos veces, Lila se levantó de su lugar.
"¡Hey! ¡No se burlen de Tomás! No saben lo que puede estar pasando por su cabeza. Todos tenemos algo especial para ofrecer" - dijo Lila con firmeza.
Los compañeros de Lila se quedaron en silencio. Tomás sonrió tímidamente.
"Gracias, Lila. Es duro ser nuevo en un lugar" - respondió Tomás, aliviado.
La maestra, al ver lo que había pasado, se acercó.
"Lila, me parece que has hecho algo muy valiente hoy. A veces, lo más difícil es ser amable en un mundo donde muchos prefieren reírse de los demás. ¿Por qué no le mostramos a Tomás cómo es nuestra escuela?"
La clase fue después a jugar en el recreo, y pronto Tomás se sintió parte del grupo gracias a Lila.
Mientras tanto, desde las nubes, Celeste sonreía.
"¡Esa es mi chica!" - dijo Celeste emocionada, preparando su pluma mágica para anotar esta buena acción en su libro de los grandes momentos.
Pero un día, algo diferente sucedió.
Lila estaba en su casa, sentada en el jardín, cuando escuchó un grito. Se levantó de un salto y corrió hacia el sonido. Era una niña pequeña que estaba atrapada en un árbol, llorando.
"¡Ayuda! ¡No puedo bajar!" - gritó la niña, asustada.
Lila miró hacia el árbol y sintió que debía hacer algo.
"¡No te preocupes! ¡Voy a ayudarte!" - le dijo Lila.
Lila intentó escalar el árbol, pero no podía llegar a la niña. En ese momento, sintió la suave influencia de Celeste.
"Utiliza tu ingenio, Lila. A veces no se trata de la fuerza, sino de la mente".
Lila se acordó de una escalera que tenía su papá en el cobertizo.
"¡Esperá un segundo!" - dijo Lila, corriendo hacia el cobertizo.
Al volver con la escalera, la colocó contra el árbol. Subió con cuidado y pudo alcanzar a la niña.
"¡Ya estás a salvo!" - exclamó Lila mientras la ayudaba a bajar.
La niña, llena de alegría, la abrazó.
"¡Gracias, gracias, gracias!" - decía la niña con una sonrisa radiante.
Después de aquel día, Lila y la niña, cuyo nombre era Ana, se hicieron muy buenas amigas. Lila aprendió que con valentía y creatividad, siempre podía ayudar a los demás.
Celeste observaba desde lo alto, tan feliz que casi se dejaba llevar a la Tierra.
"Cada buena acción, cada acto de bondad, siembra amor en el mundo" - dijo Celeste mientras escribía en su libro.
Al final del año, el pueblo celebró una fiesta, y Lila fue reconocida por su valentía y amabilidad hacia los demás.
"Siempre hay que ayudar a los demás, eso es lo que realmente importa" - dijo Lila en agradecimiento.
Celeste, que había estado cuidando y guiando a Lila, sonrió, sabiendo que cada acto de bondad crea un efecto en cadena y que el mundo sería un lugar mejor gracias a personas como Lila.
Desde ese día, Lila siguió siendo un ejemplo de generosidad y alegría en su pueblo, siempre recordando que había un ángel que la guiaba, aunque no lo pudiera ver.
FIN.