El Anillo de la Luna
En un reino lejano, bajo la luz de una espléndida luna, se alzaba un majestuoso castillo. Allí vivía una princesa llamada Lucía, famosa por su amor por los postres, especialmente los de chocolate. Sin embargo, en este hermoso lugar, también había una leyenda que hablaba de tres malos, tres brujas que vivían al borde del bosque: Maligna, Atrapadora y Tiñosa. Las brujas siempre estaban en busca de travesuras y, un día, decidieron que querían robar la luna.
Una noche, mientras Lucía disfrutaba de un delicioso postre de chocolate, las brujas se acercaron al castillo.
"¿Qué haces tan sola, dulce princesa?" - preguntó Maligna con una voz suave y engañosa.
"Estoy disfrutando de mi postre favorito. ¿Quieren un poco?" - respondió Lucía, sin sospechar nada.
"No, no..." - dijo Atrapadora "Queremos algo más valioso. Queremos la luna para hacer brujerías. ¿Te imaginas un mundo sin luna?"
A Lucía le asustó la idea. La luna no solo iluminaba el castillo, sino que también guiaba a los viajantes y a los animales del bosque.
"No puedo permitir que hagan eso" - exclamó la princesa mientras se levantaba de su asiento. "La luna es un tesoro para todos, ¡no solo para mí!"
Las brujas rieron entre dientes. Tiñosa, la más astuta de las tres, pensó en una trampa.
"Entremos a su castillo y la convenceremos de que nadie necesita la luna. Después, podemos usar su magia para arrebatarla de los cielos" - propuso.
Las brujas se disfrazaron de adorables ancianitas y se acercaron a Lucía nuevamente.
"Querida niña, ven a jugar con nosotras. ¡Te mostraremos un mundo donde no necesitamos la luna!" - dijo Maligna con una sonrisa siniestra.
"¿De verdad?" - preguntó la princesa, intrigada, pero muy desconfiada.
Decidió seguirlas y se adentró en el misterioso bosque. Mientras caminaban, las brujas le mostraron un paisaje triste y oscuro, sin luz, sin colores, donde los animales no podían jugar porque la noche era demasiado profunda.
"Ahora ves, ¿quién necesita la luna?" - dijo Atrapadora.
"¡No!" - gritó Lucía. "¡Es horrible aquí!"
De repente, recordó un viejo libro que había leído sobre cómo iluminar la oscuridad con la magia del amor y la amistad. Entonces, Lucía decidió usar su propia magia, la que había encendido en su corazón.
"¡Entiendan esto! La luna no es solo un objeto, es un símbolo de esperanza, de unión. ¡Alumbra nuestros corazones! ¡Sus poderes no pueden ser destruidos!" - proclamó.
Las brujas se quedaron boquiabiertas. De su pecho brotaron brillantes destellos de luz que iluminaron el lugar. Su magia las envolvió, haciéndolas reflexionar sobre lo que realmente importaba.
"Yo estaba equivocada…" - dijo Maligna, tocándose el corazón.
"¿Y si hacemos las paces?" - sugirió Tiñosa.
"Sí, podríamos ser amigas y ayudar a proteger la luna en lugar de robarla" - propuso Lucía.
Las brujas, al ver la luz de la luna reflejada en los ojos de Lucía, se sintieron transformadas. Aprendieron lo que era la verdadera belleza de la amistad y la importancia de compartir. Al regresar al castillo, las brujas ofrecieron un trato a la princesa: cada mes, organizarían una fiesta de postres en el bosque junto a la luna, como símbolo de su nueva amistad.
Desde ese día, Lucía y las brujas disfrutaron juntas cada luna llena, celebrando entre risas, postres y magia. El castillo brillaba más que nunca y, gracias a Lucía, el reino prosperó bajo la luz de la luna.
"La luna siempre será nuestra amiga", dijo Lucía con una sonrisa. Y así, todos vivieron felices, iluminados por el poder de la amistad.
FIN.