El Anillo de Remy



Había una vez en un pequeño pueblo, cuatro amigos inseparables: Remy, un ratoncito curioso; Galleta, una marmotita siempre amigable; Pepito, un simpático pajarito; y Nieve, un gato tranquilo pero sabio. Un día, mientras exploraban un hermoso campo lleno de flores, Remy tropezó con algo brillante.

"¡Miren, encontré un anillo!" - dijo Remy emocionado.

"¡Qué lindo!" - exclamó Galleta, brillando de alegría. "¿Te lo vas a quedar?"

"Claro que sí!" - respondió Remy "Nadie lo va a extrañar. Lo encontré primero; es mío."

Pepito, con su vuelo ligero, se acercó a sus amigos y opinó:

"Pero, Remy, ¿y si el anillo pertenece a alguien? Tal vez lo perdió y lo está buscando."

Nieve, el gato sabio, se estiró un poco y añadió:

"La verdad siempre es importante, amigo. La mayoría de las veces, lo que parece un buen hallazgo, podría causar problemas si no seguimos lo correcto."

Remy, aunque quería hacer lo que le decía su instinto, comenzó a sentirse confundido. ¿Y si el anillo realmente le pertenecía a alguien? Pero al mismo tiempo, pensaba en lo bonito que se veía en su patita. Así que decidió ocultarlo, poniendo un poco de tierra sobre el anillo, pensando que no lo encontrarían nunca.

En los días siguientes, las dudas comenzaron a atormentar a Remy. Mientras paseaban, sus amigos seguían hablando sobre lo que estaba al tanto.

"Se dice que la señora Tortuga perdió un anillo muy especial. El que le regaló su abuelita cuando era joven. ¡Era de oro y tenía una piedra brillante!" - comentó Galleta.

El corazón de Remy se sintió un poco más pesado. ¿Y si lo que había encontrado era el anillo de la señora Tortuga?

Al escuchar esto, Pepito apenas pudo contener su curiosidad.

"¿Por qué no preguntamos a la señora Tortuga? Estoy seguro de que sabremos si se refiere a ese anillo."

Remy miró a sus amigos y se sintió abrumado.

"No, no quiero. Tal vez no le importe. Quizás sólo lo perdió y no lo quiere más."

Nieve, balanceándose en una rama alta, observaba a su amigo con atención.

"Remy, cada uno de nosotros tiene el derecho de ser feliz y tener lo que le pertenece. Aferrarte a un anillo que podría hacer muy feliz a quien lo perdió, no puede traerte paz."

Ese día, Remy decidió dar un paseo solo, sintiendo un extraño nudo en el estómago. Mientras camina, de repente se encontró con la señora Tortuga, que lucía visiblemente triste.

"¿Qué te pasa, señora Tortuga?" - preguntó Remy, conteniendo su nerviosismo.

"Oh, querido Remy. He perdido un anillo que significaba mucho para mí. Era de mi abuela, y lo quiero mucho."

Al escuchar eso, el corazón de Remy se llenó de compasión.

"Yo... lo he encontrado. ¡Lo tengo!" - exclamó, sin poder contenerse. Deseaba compartir la verdad.

La señora Tortuga levantó la mirada, sorprendida.

"¿En serio? ¿Puedes traerlo, por favor?"

Remy, aunque con un poco de temor, regresó con sus amigos y sacó el anillo de su escondite.

"Señora Tortuga, lo encontré... y sabía que era suyo."

La señora Tortuga, con lágrimas de felicidad en los ojos, tomó el anillo y le dio un fuerte abrazo a Remy.

"Gracias, querido ratoncito. Has hecho algo muy noble."

Los amigos de Remy estaban felices y orgullosos. Galleta interrumpió con una sonrisa.

"¡Está buenísimo, Remy! Sabías que hacer lo correcto es más importante que quedarte con algo que no es tuyo."

Nieve sonrió y dijo:

"Así es, Remy. Te has dado cuenta de que la verdad puede ser difícil, pero al final, es la única forma de tener el corazón liviano."

Desde ese día, Remy aprendió la importancia de la honestidad y la verdad. No solo devolvió un anillo, sino que se ganó un gran abrazo y la amistad de la señora Tortuga, que prometió contarles historias sobre su abuela. Y así, juntos, continuaron explorando y disfrutando de cada nueva aventura que les deparaba la vida.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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