El Año Nuevo Sin Ruido
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Animalia, donde todos los animales vivían en armonía.
Pero cada año, cuando se acercaba el Año Nuevo, algo sucedía que hacía que todos los animales se escondieran y temblaran de miedo: los fuegos pirotécnicos. Los fuegos pirotécnicos eran hermosos y brillantes, pero para los animales eran ruidosos y aterradores.
Los perros ladraban sin parar, los gatos se escondían debajo de las camas y las aves volaban frenéticamente tratando de escapar del estruendo. Incluso las vacas y ovejas asustadas corrían por el campo buscando refugio. Todos los años era lo mismo, hasta que un día la valiente conejita Lola decidió hacer algo al respecto.
Se reunió con sus amigos más cercanos: Mateo el ratón, Lila la mariposa y Lucas el león. - ¡Amigos! -exclamó Lola-. No podemos permitir que nuestros queridos animales sigan sufriendo cada Año Nuevo. Debemos encontrar una solución.
- Tienes razón, Lola -dijo Mateo-. Pero ¿qué podemos hacer? Los humanos aman esos fuegos pirotécnicos. Lola pensó durante un momento y luego sonrió con picardía. - ¡Tengo una idea! Vamos a hablar con Don Carlos, el dueño de la tienda de fuegos artificiales.
Tal vez podamos convencerlo para que utilice fuegos silenciosos en lugar de ruidosos. El grupo se dirigió hacia la tienda de Don Carlos y lo encontraron ordenando los fuegos pirotécnicos para la próxima celebración.
- Buenos días, Don Carlos -saludó Lola-. Tenemos una propuesta para usted. Don Carlos levantó la vista sorprendido y miró a los animales con curiosidad.
- ¿Una propuesta? ¿Qué tipo de propuesta? Lola explicó cómo los animales sufrían cada Año Nuevo debido al ruido de los fuegos pirotécnicos y le pidió que considerara utilizar fuegos silenciosos en su lugar. Don Carlos reflexionó por un momento y luego sonrió comprensivamente. - Tienen toda la razón, amigos.
No quiero que ningún animal se asuste o se lastime por mis fuegos. ¡A partir de ahora, solo usaré fuegos silenciosos! Los animales saltaron de alegría y agradecieron a Don Carlos su amabilidad.
La noticia rápidamente se extendió por todo el pueblo, y todos los habitantes estaban emocionados por esta nueva forma de celebrar el Año Nuevo sin asustar a los animales. El día del Año Nuevo llegó, y todos se reunieron en el centro del pueblo para presenciar el espectáculo de fuegos artificiales.
Pero esta vez era diferente: no había estruendos ni ruidos ensordecedores. En cambio, había luces brillantes pero tranquilas que iluminaban el cielo nocturno como estrellas fugaces.
Los perros movían sus colas felices, las aves volaban despreocupadas y las vacas pastaban pacíficamente en el campo. Los animales finalmente podían disfrutar del Año Nuevo sin miedo ni estrés. Desde aquel día, Villa Animalia se convirtió en un ejemplo para otras ciudades y pueblos.
Los fuegos pirotécnicos silenciosos se volvieron populares, y pronto más personas comenzaron a tomar conciencia del impacto que los ruidosos fuegos tenían en los animales.
Y así, gracias a la valentía de Lola y sus amigos, el Año Nuevo se convirtió en una celebración pacífica y feliz para todos los habitantes de Villa Animalia. Los animales ya no tenían que esconderse ni temblar de miedo, porque ahora sabían que podían contar con el apoyo de las personas para protegerlos.
Y así concluye esta historia, recordándonos la importancia de ser considerados con nuestros amigos animales durante las celebraciones y eventos festivos. Porque al final del día, todos merecen disfrutar sin miedos ni preocupaciones.
FIN.