El aprendiz de mimo
En una ciudad muy animada, vivía un mimo llamado Mateo. Desde pequeño le encantaba actuar y hacer reír a la gente con sus gestos y movimientos graciosos.
Todos los días se ponía su traje a rayas, su sombrero negro y salía a la calle a mostrar su arte. Mateo era tan bueno en lo que hacía que pronto se hizo famoso en toda la ciudad.
La gente esperaba ansiosa verlo actuar, y siempre dejaban monedas en su sombrero como muestra de admiración por su talento. A pesar de ser reconocido, Mateo seguía siendo humilde y amable con todos los que se acercaban a felicitarlo.
Un día, mientras actuaba en una plaza llena de espectadores, un niño llamado Tomás se acercó tímidamente al mimo. Tenía los ojos brillantes y una sonrisa tímida en el rostro. "¡Hola! Soy Tomás. ¿Puedo ayudarte en tu actuación?" - preguntó el niño emocionado.
Mateo sonrió ante la propuesta del pequeño y asintió con la cabeza. Juntos comenzaron a improvisar una divertida escena que hizo reír a carcajadas a todos los presentes.
Tomás resultó ser un excelente compañero de actuación para Mateo, quien quedó impresionado por el talento natural del niño. Desde ese día, Tomás se convirtió en el aprendiz de Mateo. El mimo le enseñaba técnicas de actuación, expresión corporal y cómo conectar con el público a través de sus gestos sin necesidad de palabras.
Juntos recorrían las calles llevando alegría y diversión a cada rincón de la ciudad. Poco a poco, Tomás fue ganando confianza y habilidad en el arte del mimetismo gracias a las enseñanzas de Mateo.
El dúo era imparable: cautivaban corazones con sus actuaciones llenas de humor y ternura. Un día, durante una presentación especial en un teatro local, Mateo sintió un fuerte dolor en la pierna que lo obligó a detenerse repentinamente durante la función.
El público miraba preocupado mientras el mimo intentaba disimular su incomodidad. Tomás notó la situación y sin dudarlo un segundo tomó el relevo frente al público.
Con valentía e ingenio continuó la actuación junto al maestro Mateo, quien lo observaba orgulloso desde atrás del escenario. Al finalizar la función, el teatro estalló en aplausos para ambos artistas.
La valentía y destreza demostradas por Tomás no solo habían salvado la presentación sino que también habían tocado profundamente los corazones de todos los presentes. Desde ese día, Mateoy Tomás siguieron trabajando juntos como un equipo imparable llenando cada rincón con risas e inspiración para grandes y chicos por igual.
Su historia se convirtió en leyenda urbana sobre amistad verdadera, y perseverancia superando cualquier obstáculo que pudiera surgir ¡Y colorín colorado este cuento ha terminado!
FIN.